El director de 'Herrera en COPE' analiza los últimos movimientos en el PSOE tras la dimisión de Lastra y de Delgado
COPE
Señoras, señores, me alegro. ¡Buenos días!
Damas y caballeros, ya son las 7 de la mañana de un miércoles 20 de julio que empieza a parecerse a los días de aquel calor. Hoy todavía digamos que se salva un tanto. mañana volverá otra vez ese calor que no se ha acabado de ir, pues también es que estamos en julio, claro. Las cosas son como son, no siempre como parecen.
Bueno, damas y caballeros, cada día tiene su afán y su protagonista y si la protagonista del día anterior fue Adriana Lastra la de ayer, más allá de fotografías en el campo quemado, más allá de trenes que van o que dejan de ir, más allá de otras cosas, fue Dolores Delgado. ¿Y esta señora quién es? Pues una señora muy respetable lo personal que ha ocupado el cargo de Fiscal General del Estado. Cargo que no debía haber ocupado, pero cómo a Pedro Sánchez esas cosas le importa muy poco, la nombró para, precisamente, uno de los encajes más difíciles en los que la Justicia tiene un puesto clave. Si el año pasado la crisis de Gobierno acometida por Sánchez en julio, ¿se acuerdan? Aquello fue una carnicería política: decapitó a Ábalos a Carmen Calvo, Iván Redondo a Juan Carlos Campo... Este año estamos asistiendo a una crisis en etapas, como si diera la impresión de que estuviera preparando un escenario preelectoral.
Digo como si diera la sensación. Ayer dimitido Dolores Delgado como Fiscal General del Estado. En cualquier caso es un alivio para el Estado, para los españoles, para la Fiscalía, para la Justicia, para Occidente en suma. Alega motivos de salud, parece que tiene serios problemas de espalda. Es una pena que tenga sus problemas de salud y se le desea que se restablezca pronto y completamente, pero es una pena que no se haya ido por otras causas como la vergüenza política, que ni tiene ella, ni tiene el que le nombró.
No la ha conocido en su vida, la vergüenza. El paso de Dolores Delgado por la Fiscalía General del Estado ha sumido a esa institución en un descrédito sin parangón. Para empezar llegó a la Fiscalía desafiando los más elementales principios de imparcialidad, venía de ser ministra de Justicia en el primer gobierno de Sánchez, candidata electoral en las elecciones. Precisamente por ello, para ser el brazo armado del gobierno, fue nombrada el que fue nombrada.
Tampoco importó que apareciera colegueando con el comisario Villarejo en una comida donde se le escuchaba todo tipo de afirmaciones improcedentes en una fiscal. Aquello de información vaginal, éxito asegurado o llamar maricón a su compañero del Consejo de Ministros Grande-Marlaska o asegurar que algunos magistrados recurrieron a servicios de prostitución infantil en un viaje a Colombia. A pesar de esos compadreos con Villarejo se la consideró idónea para seguir la vida pública. Nada menos que un cargo de esa relevancia, en dos años y medio, este sujeta, sectaria, enferma de sectarismo, ha ido encadenando una sucesión de escándalos que han sido históricos.