Sorpresa, satisfacción y admiración. Eso me ha producido la lectura de su rotundo y nada ambiguo artículo. En un país absolutamente desnortado, donde hemos vuelto a la absurda división de "buenos" y "malos", propia de cualquier sociedad totalitaria, y donde los "buenos" son, ¡cómo no! los republicanos y los malos son "todos los demás", siento amargura cuando intento explicar que (1) una guerra civil es una enorme tragedia que cuesta tiempo y esfuerzo curar, que (2) ninguno de los dos bandos eran los buenos ni los malos, que (3) todos cometieron crueldades innecesarias, violaciones, torturas, fusilamientos, y que, por todo ello, los políticos responsables de la ejemplar transición española a la democracia pactaron una amnistía tan amplia como necesaria. Incluyendo el genocidio del señor Carrillo, ahora torticeramente defendido por el juez Garzón con el malévolo argumento de que el concepto de genocidio se creó en 1948.
Admirado señor Herrera, hay que tenerlos bien puestos para nadar contaconrriente en esta España sectaria y con cierto tufo, si no nazi, al menos goebbelsiano. Con periodistas - pensadores como usted, los que no somos ni los vencedores ni los vencidos nos sentimos algo menos huérfanos.
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