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8 de enero de 2010

La insufrible y secular ojeriza británica


CREO entender la ojeriza británica: está basada en una relación de superioridad y en un aire de perdonavidas típico del que visita España con un salacot en la cabeza. Qué curiosos estos indios del sur de Europa, vienen a decir. Reconozco mi aversión: se me antojan antipáticos, aburridos, borrachuzos y displicentes. Los habrá estupendos, pero a mi sólo me cae bien el Príncipe Carlos, que es de otro mundo. Puede que esa displicencia sea consecuencia de trescientos años de enseñanzas en las escuelas en los que se les ha educado en la lectura más simple de su victoria frente a la Armada Invencible o, también, en la hombrada de Nelson en Trafalgar, que aún hay gente que se cree que es sólo una plaza de Londres y desconoce que se trata de un cabo cercano a Cádiz, más o menos por Conil.

La ojeriza británica se manifiesta claramente ante aquellos pueblos o colectivos continentales que les han supuesto alguna rivalidad imperial, especialmente franceses y españoles, aunque con la diferencia de que los franceses les inspiran un cierto temor y a los españoles nos toman a rechufla. De los alemanes no hablemos ya que el bombardeo de Londres está demasiado cerca y no hay que pensar en manías históricas sino en heridas recientes. No es nueva, pues, la insufrible suficiencia con la que el establishment del Reino Unido se toma a este paisito del sur del continente donde todo es tan barato y donde pueden venir a emborracharse por cuatro pesetas cada verano. Digamos que España para la mayoría de la british people es un amejoramiento de Marruecos, ese país medieval en el que las mujeres van a buscar agua a la fuente con un cántaro en la cabeza mientras los hombres calman el picor de sus partes rascándose con fruición bajo la chilaba.

En función de esa suficiencia hay que interpretar toda la política británica para con España durante los años que median entre el asalto de Gibraltar hasta aquí. En función de esa suficiencia hay que interpretar, asimismo, el paternalismo insoportable con el que la prensa inglesa ha analizado los vaivenes de la actualidad española y la curiosa tendencia a la regañina de su cuerpo editorial, sea cual sea la tendencia del periódico en cuestión. El último en llamar la atención de las autoridades españolas ha sido el Financial Times, especie de biblia económica en posesión de la verdad que le ha arreado fuerte y duro a la presidencia española de la Unión a los pocos días de hacerse efectiva, esa que le corresponde por correturnos y que, por vez primera, queda un tanto desdibujada en función de la aplicación del Tratado de Lisboa.

Para el Financial, España es un país escasamente fiable incapaz de encabezar política estable alguna para el resto de europeos: la pretensión de Rodríguez Zapatero de impulsar una solución para la crisis europea carece de cualquier fiabilidad a poco que se observe la realidad contable española. Un país con el doble de paro de la media de la Unión no es el más adecuado para solucionar los problemas laborales europeos. Ahora que leo lo que escrito pienso honradamente que puede que tengan razón, pero me fastidia igual: no pienso dar mi brazo a torcer. ¿Qué viene a decir el Financial Times? ¿Qué el gobierno de ZP es un desastre? Bueno, sí, ¿y qué? ¿Qué sugiere? ¿Qué todo se queda en palabrería hueca y en gestos de baile de cámara? De acuerdo ¿y qué pasa? A ver si porque el déficit español está por las nubes va a resultar que el gobierno del triste de Gordon Brown es ejemplar. Lo que nos faltaba.

Como dice Antonio García Barbeito, el niño es mío y lo riño yo. Que se ocupen de sus cosas y que dejen a los españoles poner a parir a sus gobernantes con la tranquilidad que da saber que son un desastre. Conste que por menos de eso nos cargamos a Napoleón. Gibraltar español, coño.


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Comentarios 1

31/01/2010 12:49:24 Alberto López
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08/01/2010 | La insufrible y secular ojeriza británica

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