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17 de octubre de 2000

Un cuerpo a cuerpo decisivo


Cuando finalizó el debate presidencial del pasado martes, el candidato Bush abandonó la sala con una sonrisa más pronunciada de lo protocolario: se sabía vencedor de un cuerpo a cuerpo que le podía aupar al puesto de favorito.

Cualquier observador europeo que hubiera presenciado el debate y que hubiera aplicado criterios analíticos, digamos, franceses, británicos o españoles, hubiera concluido que el ganador había sido, indudablemente, el vicepresidente Gore.

Pero los ojos americanos ven otras cosas que los europeos.

Gore estuvo sólido, funcionarial, ofreció su perfil de hombre de estado y lanzó puyas muy bien calculadas al hígado de Bush que éste no pudo esquivar. Sin embargo, el público norteamericano valoró el aire informal y primario del gobernador de Texas más que la calculada seguridad del segundo de Clinton. Lo que pueda pasar esta noche habrá de ser decisivo, ya que la diferencia está en tres o cuatro puntos a favor de Bush y una reacción de Gore puede variar los sondeos de una de las elecciones más inciertas de estos últimos tiempos. No obstante, un notable tanto por ciento de los encuestados manifiestan la suficiente inseguridad como para cambiar de favorito. La crisis de Oriente Medio podría jugar un papel estelar en el debate de hoy y parece obvio que esta habrá de ser una excelente oportunidad para que el vicepresidente Gore muestre su perfil gobernante y apuntale su credibilidad. Los republicanos la han puesto en duda debido a sus exageraciones o errores y eso ha hecho un daño notable al candidato demócrata, que habrá de ver ahora cómo la evolución de la economía y la de la propia crisis internacional le obligan a cambiar la estrategia. La experiencia de Gore sobre el tema podría resultarle beneficiosa, pero no se puede despachar alegremente a Bush, el cual, a pesar de su inexperiencia y desconocimiento en materia internacional, puede buscar la mueca cómplice que le atraiga votos y voluntades, tal y como hizo el martes pasado.

Este debate era el que los candidatos habían reservado para desplegar toda la parafernalia agresiva y todos los puntos débiles de su oponente. No sabemos si palestinos e israelíes se lo van a permitir. Si lo hicieran, los espectadores estaríamos agradecidos. De no hacerlo, seguiremos contemplando las diferencias matizadas sobre educación y salud ùlos dos temas estrella de la campañaù y la concordancia prácticamente total en otros terrenos mundanos.

Vista desde Europa, la diferencia entre ambos programas es mucho más delgada de como se ve por los votantes que hoy inclinarán su balanza por uno de estos dos candidatos con aire de peso welter.


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