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20 de febrero de 2015

Patria o muerte


Los andaluces sabremos pronto si lo que nos espera es la Purísima o San Antón

AUNQUE pueda parecer harto lamentable, es altamente improbable que Podemos articule definitivamente su concepto de España antes de que los andaluces nos volquemos apasionados en las urnas a responder a la llamada partidista de la presidenta de la Junta de Andalucía para elegir el nuevo Parlamento que le solvente a ella su problema de «ingobernabilidad».

Los andaluces, más o menos, conocen qué entienden por España los principales partidos en liza: hasta la vacilante Izquierda Unida ha definido su espesura nacional, esa que vacila entre la unidad escénica y diferentes formas de reafirmación «nacional» de sus elementos fundacionales. Anguita decía que ellos eran partidarios del derecho de cada autonomía a elegir su futuro Murcia y La Rioja incluidas, supongo, dando por cierto que el voto de IU era «No» a las aventuras independentistas. Pero la nueva izquierda extrema que dedica todo su tiempo a buscar un perfil inaudito en la oferta electoral, aún no ha aclarado qué tipo de Patria es la que patrocinan. La candidata de la formación universitaria de Pablo Iglesias, Teresa Rodríguez, conocida hasta ahora por su habilidad para el destrozo de puertas y la ocupación violenta de espacios docentes, es incapaz de definir siquiera medianamente cuál es su postura ante el desafío autodeterminista de su partido en diferentes zonas de España.

Sabemos que distintos individuos de su formación política natos en territorios catalanes o baleares son partidarios de la asimetría política nacida de deseables votaciones de reafirmación nacional, pero no sabemos qué piensa la representante andaluza, esa que espera impaciente que le llegue el programa de su partido para definirse sobre aspectos elementales de la tierra que aspira a gobernar. Si hacemos caso a los incorporados miembros de la CUT, Cañamero y Gordillo, eficaces asaltadores de fincas o ladronzuelos de supermercados, Andalucía es anterior a España y son, por tanto, partidarios de la independencia del territorio que media entre el Estrecho y Despeñaperros. Pero no sabemos qué desea Podemos para esta tierra tantas veces transitada por diferentes civilizaciones. Tal vez sea cierto que esperen a que Andalucía sea lo que dictaminen sus compañeros de las Vascongadas o Cataluña cuando se decidan a señalar el futuro de todos los españoles. O no. Últimamente gastan buena parte de su tiempo a incluir la palabra «Patria» en sus discursos y alguien podría pensar en un aire joseantoniano en el aroma de sus dictados, aunque cierto resultara que el concepto que acuñan más tenga que ver con el exabrupto cubano de «Patria o Muerte» que de manera panfletaria manejan los internacionalistas del fracaso que al sentido unitario que alberga esa vieja idea. ¿Entra Andalucía en el paquete de territorios a autodeterminarse de alguna manera, aunque no sepamos cuál?

España es, a los ojos de este grupo de oportunistas habilidosos, un escenario de ensayos sociales trasnochados. Nadie les ha oído hablar de su confianza en el colectivo nacional más allá de los eslóganes mediante los cuales captar los votos del descontento nacional. La sandia candidata andaluza a la presidencia de la Junta aún no ha indicado cuál es su modelo de autonomía, la estructura que considera idónea de relación con el Estado, la voz que debe elevar Andalucía en la construcción de ese escenario incierto al que aspiran compañeros suyos de formación, lo cual hace que estemos todos inquietos, atendiendo a que confeccionen el programa y se lo manden, y así sepamos a qué atenernos. Es como la espera de un parto: ¿saldrá bien?, ¿será una rosa?, ¿será un clavel?

Tranquilos que la estamos peinando. Tanta frivolidad en la elección de ideas da que pensar, pero los andaluces sabremos pronto si lo que nos espera es la Purísima o San Antón. Una asaltadora de rectorados aspira a ser una nueva Mariana Pineda con la breva al sol, como dice el genial Machuca. Y los demás en un sin vivir.

 


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