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1 de marzo de 2013

El Carmen doloroso de Carme


No sé a qué se ha debido el cálculo con el que ha manejado el encierro, pero recibirá desafección desde todas partes, sea Carme o Carmen

ELLA contesta a los dos nombres, pero firma como Carme, que le es más familiar. Su gesto, estos días, ha sido tan escrutado como las pulseras de Corina -una pasta, al parecer y un tanto innecesarias en el publireportaje por entregas- y los pezones de Hathaway, que ya tienen cuenta en Twitter y le han obligado a pedir un estupefaciente perdón. ¿Quién surgirá de la noche parlamentaria, Carme o Carmen?, se preguntaba curiosa la afición. Visto lo visto, oído lo oído, no apareció ninguna: fuese a los urinarios en el mismo momento de la votación y no dijo esta boca es mía. Algunos dicen que no decir ni siquiera esta boca es mía ya es decir algo, ya es tomar postura, pero a los más castizos del parlamentarismo español eso no les convence: usted es una cosa o la otra, y si quiere quedarse en medio quédese, pero dígalo, apriete el botón de abstención y no se vaya a orinar. 

Sea cual sea la interpretación de los hechos, sea cual sea el análisis de las intenciones de Chacón, ésta habrá de salir forzosamente malparada en cualesquiera de las opciones. Si vota que sí al derecho a decidir bañará de razón a los que se malician que es una independentista encubierta -que ya les digo yo que no lo es-, si vota que no, se convertirá en la catalana a odiar por los propios catalanes soberanistas -labor en la que desarrollan una pericia envidiable-, si se abstiene pasará a ser el agua tibia que Jesucristo expulsó de su boca y si se va a retocar la sombra de ojos al tocador será una melíflua acobardada. Todas, o casi todas las opciones son malas para los planes que le atribuyen haber diseñado con mimo y paciencia: ser la futura mandamás de los socialistas.

En el Madrid deslenguado de los dimes y diretes, entre cocido y cocido, se cuece la especie de que Navarro y Rubalcaba han trazado un pacto maléfico: yo te dejo votar en el Congreso lo que te salga de las narices mientras sólo afecte a Cataluña y dejamos claro que ningún militante del PSC será secretario general del Psoe. En teoría, los dos felices. Mari Carmen sería la víctima de esa pinza oportunista a no ser que se marchase a Almería y formalizase su ingreso en una Agrupación de la provincia que vio nacer a su padre y que la vio crecer a ella de verano en verano. Demasiado para una catalana que tiene que pasarse el día haciendo ejercicios religiosos de fe en la nueva patria que espera agazapada en la esquina de la historia. Dejar el PSC es para Chacón una derrota, pero quedarse en las condiciones a las que quiere someterle el mariachi de los Navarros también. El grupo de turistas («turistas de lo ideal») que acompaña a Pérez Rubalcaba en su escalada al frío desconfía de ella y le achaca los males de la plaga que asola al partido de Ferraz, creen que es una reencarnación del Zapaterismo y que su presencia trae recuerdos del ayer (como si Rubalcaba viniera de la pata de El Cid). Los muchachos de Barcelona y alrededores piensan que les estorba en el camino a esa tierra de nadie, cool y aparente, en la que quieren instalarse: una candidata diciendo eso de que no quiere separar los lazos fraternales de estos y aquellos no es lo políticamente correcto que exige un momento como el presente, repleto de mariposas que no dejan aún de ser gusanos. Todavía no sé a qué se ha debido el cálculo poco acertado con el que ha manejado el encierro, pero recibirá desafección desde todas partes, sea Carme o Carmen. Ahí se encuentra, en un vestíbulo cuyas puertas, todas, dan al vacío.

 


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