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24 de noviembre de 2005

Mi enhorabuena, sin guasas, Raquel


Pues nada, que me tengo que meter el artículo de la semana pasada donde me quepa.

No hay problema, uno es un caballero y se lo mete, pero díganme: ¿es medianamente normal el proceso que ha llevado a Raquelita a parir o no lo es y sólo me lo ha parecido a mí y a algún que otro cronista de la cosa?

Por lo que se ve --que a la hora de escribir este suelto aún no se ha visto nada--, nuestra vestal idílica ha tenido una hermosa niña en el más absoluto de los mutismos.

Nuestra alegría salta por los aires por varias razones: por la llegada de una nueva españolita, por la felicidad de sus padres, porque no todo va a ser Leonor y más Leonor y por los beneficios nada despreciables que le va a suponer a sus padres.

Nada que objetar a esto último: es legal y legítimo que un medio adquiera una exclusiva a cambio de un pago acordado, pero comporta algunas desventajas, todo hay que decirlo.

La primera de ellas es que debes preservar el objeto sobre el que gira la información y no puedes consentir que nadie que no sea el comprador pueda acceder a él.

Eso te obliga a hacer, a veces, piruetas. Si de lo que se trata es nada menos que un embarazo pues imagínense.

El nacimiento de esta criatura ha sido tan misterioso como su algebraico embarazo: suponemos que ha nacido bien, pero no ha habido neonata más reservada a la exposición pública que esta chiquilla de la que pasamos días sin saber su nombre.

Su vigoréxico padre apenas ha dicho nada al entrar o salir de la clínica, temiendo, tal vez, que suministrar algún dato --o simplemente confirmarlo-- le pudiera suponer la pérdida de parte del trato.

Los padres de la partera tampoco han podido abrir la boca y ello, juntado a los misterios contables del embarazo, han creado un ambiente favorable a las dudas en el que caímos varios.

Yo entre ellos. Deshecho el entuerto vía comunicado oficial, paso a proclamar mi júbilo por la buena nueva. Nada de lo escrito, más allá de mi admiración por la estupenda peluquera, tiene validez a estas horas.
Sólo vale decir que nos equivocamos los que dudamos de que estuviera embarazada. Aun así, hay personas de poca o nula fe que todavía tienen dudas: sostienen que todo es demasiado complicado para ser natural y que sólo el hecho de que un hospital de prestigio ampare su presencia es lo que les hace confiar en el alumbramiento.

Hombre, no creo que vaya a ser un cuento, se  comprobará que ha sido madre de una muchachita de color perfecto, que es el de la mezcla, el bello color mulato, que siempre es color de futuro. Mi enhorabuena. Sin guasas. Con todo respeto. 


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