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24 de octubre de 2001

Una ilustre abuela llamada Isabel


Es cosa corriente que algunos hijos no acaben de consolidar en sus personas las virtudes que acrisolaron sus padres. No todo se hereda; o casi diría yo, no se hereda nada. La inquieta y un tanto precipitada Chábeli, la linda Chabelita, primogénita de Julio e Isabel, no parece haber anotado en su mensaje genético el cúmulo de cualidades de sus mayores: bien es cierto que su infancia ha sido transeúnte y eso suele despistar mucho, pero su trayectoria un tanto irreflexiva hay que cargarla exclusivamente en su debe.

Ese niño tendrá una abuela que, por aspecto, parecerá
su madre: siempre discreta, siempre elegante y en su sitio

Ha tenido tiempo para la reflexión y para saber que conocer la vida no es sólo haber visitado muchos aeropuertos. Su madre, sin ir más lejos, ha casado en tres ocasiones, pero nadie puede responsabilizarla de haber casado mal: sus tres maridos han sido una óptima elección, un triunfador mundial, un caballero español y un científico de la economía.
Isabelita, por el contrario, casó con un pijo ocioso y superficial, paseó novios inexplicables y acaba de contraer nupcias con un marido que, a decir de lenguas despellejadoras, parece de atrezzo. Muy probablemente, y así lo deseo, sea este quien le aporte eso que se llama “estabilidad” y que consiste en no tirarse la cafetera por la cabeza a las primeras de cambio; aunque nunca se sabe, los matrimonios son como los melones y Chábeli no se ha caracterizado por ser una buena compradora de fruta. Además, está embarazada, lo que yo celebro enormemente, ya que el mundo está muy necesitado de niños y un hijo suele dar una visión de futuro que no da una letra, por poner un ejemplo.

Los matrimonios son como los melones y Chábeli nunca se ha caracterizado por ser una buena compradora de fruta

Ese hijo va a ser sobrino de los chiquillos de última hornada de Julio, nieto de la bellísima y señorial Isabel Preysler y sobrino a su vez del inteligentísimo Enrique Iglesias, el cual, por encontrarle algún defecto, demuestra ser un equilibrado individuo aunque siga sin saber vocalizar por no mover el labio de abajo. La criatura tendrá bisabuelos, uno de ellos con joven bisabuela incorporada y un bosque de “titos” que espero sepa colocar en su rol histórico. Tendrá “nany” y hablará spanglish.
Pero, sobre todo, tendrá una abuela que, por aspecto, parecerá su madre: siempre discreta, siempre elegante, siempre en su sitio, Isabel deberá esforzarse -si tiene ocasión- en enseñarle las artes del manejo de la vida, del uso apropiado de las cosas. Porque puede que los hijos no hereden esas destrezas, pero nadie ha dicho que no puedan dar un salto y recuperarse una generación más allá. Suerte.


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