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12 de octubre de 2001

Más «cornás»... da la carretera


Lo que no pudo el toro a punto estuvo de hacerlo la carretera, ese pitón afilado que corta alientos con su embestida inesperada. Desde los 16 años -tal vez antes-, Jesús Janeiro lleva matando toros que, a su vez, quieren matarlo a él. No lo han conseguido, fundamentalmente, gracias a su vertiginosa técnica y a la providencial fortuna que parecen tener todos los que se enfrentan a esa puntiaguda máquina de tren pintada de negro. Pero el asfalto es otra cosa: arremete desde la oscuridad, desde la imprudencia, desde su trazado imbatible; un descuido con la muleta del volante y ya tienes la femoral masacrada.
Sé que está bien, dentro de lo mal: mientras algún imbécil difundía el rumor de que había muerto, yo sabía paralelamente por una llamada que se estaba comiendo un plato de pollo con papas y que esperaba tranquilamente el momento de ser operado.

Nada hace dudar de que el diestro volverá la próxima temporada y se esforzará en seguir la seriedad que se ha trazado en los ruedos

Las lenguas desbravadas enloquecieron expandiendo el bulo de un fallecimiento y medios de comunicación hubo que, incluso, lo anunciaron. Vimos, entonces, cómo su entorno más inmediato se esforzaba en desmentirlo y cómo su círculo más lejano patrimonializaba un dolor televisivo. Nada de nada. Simple anécdota para recordar alguna tarde.
Siendo los toreros como son -recuerden el caso de Padilla, que, con una cornada en el cuello capaz de desangrar a un elefante, reapareció a los pocos días--, nada hace dudar de que Jesulín volverá en la próxima temporada y se esforzará en seguir el camino de seriedad que se ha trazado en los ruedos: nada que ver con el facilón torero de masas que buscaba más el artificio que la verdad taurina.

Hoy, Jesús es un torero que ya hizo todas las gracias que tuvo que hacer y que torea con una hondura y una madurez prodigiosas

Hoy, Jesús es un torero que ya hizo todas las gracias que tuvo que hacer y que torea con una hondura y una madurez prodigiosas, tal y como gusta a los aficionados. Puede que no ocupe tantas portadas en revistas del corazón o en ecos de sociedad de medio pelo, pero eso debe ser así: el toreo, en su grandeza, exige cierto aire de compromiso con el recato y la verticalidad. Lo que hay que saber de un torero es cuántas orejas ha cortado y cómo ha salido de un enfrentamiento siempre difícil con el toro; no si se lleva mejor o peor con la inexplicable estrella mediática con quien procreó.
Años ha decían los matadores que “más cornás da el hambre”. Hoy, que ya no pasa hambre ningún muletilla, deberíamos decir que “muchas más cornás da la carretera”, ésa en la que viven de febrero a octubre los esforzados del albero. Suerte, Jesús.


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12/10/2001 | Más “cornás”... da la carretera

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