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18 de agosto de 2005

Los amores son para el verano


Los enamoramientos deben de ser cosa del verano.

O durante el invierno tienen más cosas que hacer, o todos estos notables fotografiados en actitud amorosa ven ablandadas sus defensas en tiempo de calor y holganza –que, en algún caso, la holganza es costumbre todo el año–.

Los enamoramientos estivales han sido encabezados por Gonzalito Miró y Eugenia de Alba.

Miró al alba Miró y descubrió a Eugenita, que podría ser su tía pero que es su amor.

No importan esas edades: él tiene querencia por jóvenes mujeres que ya se cogieran las trenzas cuando él nació y ella ha coincidido en algunas ocasiones con amores de menor edad.

Tampoco desentonan tanto: él es un extraordinario tipo al que queremos todos los que quisimos a su madre, que parece mayor, y ella, una buena mujer que parece más joven.

Que dure, pero no sé.

Como le deseo duración a Carmen Martínez-Bordiú con su empresario enamorado.

Yo creí que los tiros iban por otro lado, pero me debieron informar mal.
Ese ponerse el mundo por montera me gusta de ella: el enamorado declara estar hasta las trancas.

No se corta.


Como no se corta Paulina Rubio en exhibir la contundencia carnosa de sus aureolas y la melosa conversación de “amor” por aquí, “amor” por allí que sostiene con su repentino Colate –o algo así– Vallejo Nágera, que es un joven conquistador –o no tan joven– con envidiable cuaderno de bitácora.

¿Quién me queda? Déjenme que lo mire.

Bueno, tengo por aquí la reconciliación de Lara Dibildos y el señorito Escassi, que si no es un amor salido de los vapores del verano sí parece una tórrida reconciliación tras una tormenta de furia y abandonos.

Y tengo también los de Alejandra Prat, hija de mi querido Joaquín, que mantiene un romance de tierra batida con Feliciano López, el tenista toledano –también algo más joven que ella– que tan buen sabor de boca nos dejó en Wimblendon.

Han andado por Ibiza con una sanísima naturalidad, como por otra parte debe ser.

Usted habrá protagonizado el suyo, pero permítame que no lo incluya por discreción.

Los veranos –para algunos larguísimos– dan para mucho.

Lo malo es que luego llegan los fríos. Pero no nos adelantemos.

De alguna de las parejas aquí citadas volveremos a hablar para comentar novedades bien distintas.

Me juego lo que quieran.



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