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4 de marzo de 2005

Amenábar, Óscar adentro


Se veía venir.

Todos los festivales y concursos a los que Amenábar había llevado su película se habían saldado con premio y éxito sin discusión.

Los Oscar no tenían por qué ser diferentes.

A la señorita Paltrow se le iluminó la cara --su tiempo pasado en Talavera de la Reina le sigue pellizcando-- y pronunció la palabra mágica de “¡España!” para anunciar el premio de “Mar adentro”, con la consabida alegría para todos los que deseamos prosperidad para la industria y la creación fílmica en nuestro país.

Amenábar es, definitivamente, un hombre completo, que aún no ha cumplido los 40 años –pocos más de 30– y que goza de un futuro apasionante por delante: su conocimiento técnico es asombroso y su facilidad para armar una historia sólida es espectacular.

Algunos han censurado el fondo editorial de la película, pero hasta los más críticos han reconocido el trabajo interpretativo de un Bardem que se dispara a cotas inalcanzables y la sorprendente madurez de Belén Rueda.

Esta cuarta estatuilla –si no contamos la de Buñuel, que habría que
contarla– sitúa al cine español en un gustoso palmarés y augura futuros apetitosos.

Se merece este Oscar y los que quieran darle.

Igual que se los merece Clint Eastwood.

El premio a la mejor película de esta edición ha ido a parar a las manos de un tipo al que muchos de los gurús del cine progre despreciaban olímpicamente hace no mucho, pero que, con los años, ha filmado bellísimas cintas llenas de talento, de pulso, de emoción, de acción.

Con 74 tacos, el californiano borda el arte cinematográfico, y ya está.
Como lo borda Martin Scorsesse, el último clásico vivo, que ha visto a su “Aviador” ganar estatuillas menores pero que ha vuelto a verse privado de aquella que tanto merece, la de mejor director.

Pero así son los premios y la guasa ésta de estar el día indicado en el sitio adecuado.

Jorge Drexler, el cantante hispano-uruguayo que andaba cabreado por no poder cantar su canción y ver cómo sí lo hacía Antonio Banderas --que, digamos, no pasará a la historia por esta interpretación--, pudo al fin cantar unos compases cuando recibió su Oscar por “Al otro lado del río”, lo cual fue una forma de hacer justicia pequeña… a lo grande.

Gala interesante, de las que animan a ir al cine a los que vamos poco.

Me han incitado a ver la actuación, creo que sublime, de Jaime Foxx dando vida a Ray Charles.

Y a ver sin prisa y sin pausa “Descubriendo Nunca Jamás”.

Y todo lo que me echen.

¡Viva Amenábar!

 


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