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28 de enero de 2005

Laura Valenzuela, otra lección de normalidad


No es una epidemia.

Es, desgraciadamente, una síntesis estadística de lo que ocurre a los demás mortales menos conocidos.

La noticia según la cual Laura Valenzuela ha emprendido viaje a Houston para tratarse de una neoplasia de mama debe enclavarse en la cotidianeidad de muchas otras personas que padecen, asimismo, el mismo ataque de un grupo de células incontroladas.

Su nombre se asocia ya al de otros personajes y artistas que han tenido que someterse a tratamientos más o menos cruentos para detener el avance de una enfermedad que puede ya ser vencida.

Se da la circunstancia de que nuestra querida y hermosa Laura, ya conoce el camino de Tejas: recuerden cuando su hija Lara hubo de ser tratada por los mismos especialistas que han trabajado con Rocío Jurado.

Afortunadamente, aquello fue un éxito: hoy Lara sigue siendo una bella y espléndida mujer, más sana que una rosa.

Laura, que desdice con su aspecto la edad que asegura su DNI que tiene (casi 74), repetirá el éxito.

Se lo dijimos a Houston cuando viajó a aquellas tierras nuestra querida y racial voz de Chipiona: tenemos un problema.

Ahora, Houston, tenemos otro. Laura es uno de los personajes televisivos españoles más queridos, más inmaculados, sobre quien hay más acuerdo en aplaudir su sencillez, su simpatía, su asombrosa naturalidad.

Y no poca serenidad.

Unida a nuestras vidas merced a haber sido el rostro televisivo que durante más años se ha mantenido en las pantallas, Laura, nacida Rocío en Sevilla, no ha mudado el gesto ante ninguna de las adversidades que la han asaltado en estos tiempos: cuando falleció su inseparable José Luis Dibildos, supo mantener la dignidad de la ausencia sin los aspavientos que no pocas veces hemos visto en personas menos discretas.

Cuando afrontó equilibradamente la enfermedad de su hija, se comportó con una naturalidad que hablaba a boca llena de su elegancia: supo atender a los medios de comunicación sin alharacas y contener su preocupación puertas adentro de su rostro.

Eso habla mucho de una persona.

La sinceridad con la que ha afrontado este contratiempo abunda en el cívico y ciudadano comportamiento que también han mostrado aquellos otros personajes que han sido avisados por el cáncer.

Tanto Serrat, como la Dúrcal, como la Jurado, como otros que se han sometido a tratamiento, han dado una lección de normalidad y serenidad.

Laura Valenzuela, como no podía ser menos, se suma a ese ejercicio de madurez social anunciando un mal que, evidentemente, habrá de ser vencido.

Quienes la queremos y admiramos lo deseamos fervientemente.

Desde aquí le enviamos un beso cálido y sincero. Ánimo. Tu pelea es la nuestra.


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