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22 de julio de 2004

Francisco y Eugenia, más de lo mismo


Tragedia en las redacciones: la reunión más esperada y deseada ha fracasado finalmente. El ejército de redactores, fotógrafos y columnistas que ansiábamos tener a qué meterle el diente durante unas cuantas semanas nos hemos quedado sin el regalito del verano, sin la paga de julio, sin el gran asunto por excelencia del mundo mundial: Francisco Rivera y Eugenia de Alba parece que todavía no han decidido si recomponen su matrimonio o se dicen adiós definitivamente.

Pásese usted medio año pensando que se separan o dedíquese a especular con la vuelta al tálamo conyugal para que, al final, más de lo mismo. Seguimos en ascuas.

Aunque ya me imaginaba yo el portadón si hubieran vuelto: ambos, más su chiquilla, arrebatados ante un atardecer, caminando por playa solitaria –habría que buscarla, claro, que a ver quién encuentra a estas alturas una –, vestidos de blanco, tropezando con el suave oleaje y deteniéndose de cuando en vez para besarse sin recato. Y el titular: "Reconciliación, al fin". Pues habrá que seguir esperando.

No sería el primer caso de una pareja separada que logra entenderse bien, congeniar incluso y mantener un afecto salpicado de carnalidad

Parece que, insensibles con la necesidad que tenemos los periodistas de arreglar las vidas de los demás, cada cual ya tiene medio organizada la suya, de momento prefieren que pensemos que van a seguir saludarse al pasar e intercambiándose postales de UNICEF en Navidad y nada de reconstruir un pasado que pasado está.

Reconstruir lo destruido no siempre es posible, sobre todo si se quieren utilizar las mismas vigas y el mismo cemento que hizo imposible que lo anterior se mantuviera en pie; pero, aun así, no habrá de ser el primer caso en el que una pareja separada logra entenderse bien, congeniar incluso y mantener un indudable afecto salpicado a veces de carnalidad.

Por el momento, ni comunicado conjunto de separación ni promesa de fidelidad eterna. Cada uno en su casa y la niña en la de los dos

Me dicen los soplones que todos tenemos en diferentes ámbitos de la actualidad –ya saben que los confidentes están de moda–  que intentarlo, lo que se dice intentarlo, tampoco lo han intentado tanto.

Ni lo de reagruparse ni lo de separarse, digo. Parecen condenados a que siempre bailoteen a su alrededor terceras personas –alguna foto supuestamente tórrida–, y así es imposible. Lo que ocurre es que nosotros, los gacetilleros, necesitamos muy poca pólvora para montar una deflagración y acabamos deseando tanto una cosa que creemos que sólo con eso ya basta para que ocurra.

Por el momento, ni comunicado conjunto de separación ni una nueva promesa de fidelidad eterna: sigue cada uno en su casa y la niña en la de los dos.  Sólo les pido que nos den de vez en cuando alguna alegría informativa. Que esto del periodismo es muy duro.


 


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