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12 de junio de 2004

«La Quinti» nos hace tíos


Uno tiene hijos, por lo general, cuando se siente feliz. Existen excepciones, evidentemente, pero al disponer de técnicas que permiten elegir el momento del embarazo, quien más quien menos se decide cuando las circunstancias personales lo aconsejan.

Eso le ha venido a pasar a Ana Rosa Quintana, que nos va a hacer tíos a un buen puñado de compañeros y amigos en lo que va a ser el embarazo más seguido de estos tiempos, excepción de aquel que acaezca cuando los Príncipes de Asturias se decidan a procrear.

La Quintana ha esperado a que el momento fuese el más dulce y ha cogido por la calle del medio, supongo que encomendándose a todo lo encomendable y sopesando los riesgos a los que se somete alguien que ha cumplido dos veces los veintitrés.

 La Quintana ha esperado a que el momento fuese el más dulce y ha cogido por la calle del medio, sopesando los riesgos

Es una decisión valiente, sin duda, pero las cosas ya no son como cuando uno estudiaba ginecología y aprendía que una treintañera era "primípara añosa", término un tanto desagradable para describir a la mujer que iba a parir por primera vez más allá de la frontera de los treinta.

Ahora las mujeres de cuarenta tienen garantizada una atención científica excelente y pueden ser madres si son controladas por un buen equipo médico, cosa que no le habrá de faltar a la colega.

Otra cosa es que cuando los chiquillos pidan una moto uno esté en edad de sopitas pero hasta eso tiene ya otra lectura: hay gente de sesenta que está jovencísima y resulta capaz de echarle pulsos a los veinteañeros y, además, ganarles.

Ya sabe Ana Rosa que ahora quedan por delante algunas noches de insomnio y muchas horas intempestivas de biberón y papilla

Imagino que recibir la visita para siempre de dos chiquillos, cuando uno está acostumbrado a entrar y salir por la vida con la soltura que dan esas edades en las que la vida está ya planteada, supone un cambio de narices, pero si se hace es por algo. Normalmente, por amor, cosa que "la Quinti" ha encontrado con este prudente y discreto Juan, al que si ustedes conocieran comprenderían que es el tipo ideal para ella.

Ya sabe nuestra admirada Ana Rosa que ahora quedan por delante algunas noches de insomnio –los mellizos suelen importunar alternativamente– y muchas horas intempestivas de biberón y papilla. No me la imagino aprovechando los cortes publicitarios para calentar el bibe al baño María ni los recesos en las reuniones de producción para cambiarles los pañales al dúo de llorones.

Pero sí renunciando a muchas de las cosas que conlleva su oficio y que son bastante más superfluas que la llegada al mundo de dos churumbeles. Mi enhorabuena.
 


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