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15 de abril de 2004

Aduana para Don Felipe


Sabida es la guasa que se gastan los aduaneros norteamericanos, frente a los cuales cualquier sonrisa es siempre sospechosa.

Normalmente son distantes, fríos y un tanto arbitrarios, pero cualquier incidente que retrase la entrada en el país hay que tomarlo como un formalismo más, nunca hacer de ello una cuestión de honor y ni mucho menos plantear una situación “a la española”, es decir, espetarle al uniformado un “no sabe usted con quién está hablando”,

Eso suele ser contraproducente y puede acabar con uno en una sala de espera durante horas o en el primer avión de vuelta a casa. El Príncipe Felipe, conocedor de ello, reaccionó como hay que hacerlo cuando le obligaron a abrir su equipaje en un tránsito por Miami: se abre, se espera, se pone buena cara, se traga y se sigue: no vale la pena poner el grito en el cielo por mucho que se tenga razón ya que eso motiva más altercados. Luego ya llegarán las autoridades diplomáticas y pondrán las cosas en su sitio.

 

El Príncipe reaccionó como hay que hacerlo cuando una funcionaria haitiana -tienen una mala uva especial- le obligó a abrir su equipaje en Miami.

 

A mis amigos que viajan a los EEUU por primera vez suelo aconsejarles exactamente lo mismo: paciencia en los aeropuertos. Un formalismo incumplido –parece que el aviso no llegó con las horas debidas--  motivó que el Heredero de la Corona española y su prometida –menuda escapadita a las Bahamas...--  hubieran de padecer un retraso en su vuelta a España: sus maletas fueron abiertas y la misma Letizia tuvo que escuchar que si se ausentaba al retrete debería volver a abrir su bolso una vez aliviada.

Posiblemente una demasía, pero las cosas están así incluso para el futuro Jefe de Estado de una potencia amiga.

 

A la vuelta, Letizia –que ya se acostumbrará a sujetar su indignación– pudo conocer Marivent. Eso compensaría su disgusto.

 

Yo mismo, que no soy heredero de nada y que sí era residente en USA, supe que cada vez que entrara en aquél país sería retenido varios minutos más de la cuenta el día que me encontraron una caja de tabaco cubano en un viaje de vuelta de Colombia.

Me lo tomé con filosofía: durante un par de años tenía que responder a algunas preguntas, abrir mi equipaje, conversar con el aduanero y escuchar cómo me decía siempre aquello de “pase usted, sin problemas” después de perder más o menos media hora.

Pues Don Felipe, experimentado y prudente, le quitó hierro y fue lo mejor que pudo hacer. Luego ya llegarán las disculpas. Los agentes de aduana, fieles a su papel de bordes impenitentes, cumplieron con su deber escrupulosamente tal y como dice la ley, que es una cosa que en los EEUU suele cumplirse, y ya habrá tiempo de que respondan a una investigación.

A la vuelta del viaje, por cierto, la pareja fue a Mallorca y Letizia ya pudo conocer Marivent y su curcunstancia. Este verano la veremos con bermudas tirando del cabo de una vela.

Buena singladura.


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