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12 de febrero de 2004

Pertegaz y mi tia Marina


Me encuentro especialmente satisfecho por la elección de Pertegaz como diseñador del traje de novia --de aquí a mayo sólo hay un traje de novia del que hablar— por  dos razones: una de ellas es el propio Pertegaz y otra es mi tía Marina, adorable almeriense de Cuevas del Almanzora que trabajó en su taller durante más de treinta años y que, sin duda, participó en la consecución del prestigio que hoy acompaña a este admirado turolense (¡vaya si Teruel existe!). El resultado final de esta designación venía cantado desde hacía semanas: desde el primer momento ya se manejaba su nombre argumentando que sería el broche adecuado para una carrera impresionante. Se hablaba de Elio, de los Victorio sevillanos, de Valverde, de todos... pero se sabía que iba a ser Pertegaz, del que todo lo que sé lo sé gracias a lo que mi tía me iba contando aquellas tardes en que volvía del taller y se deshacía en alabanzas al buen gusto y al talento de aquél hombre que lo había conseguido todo gracias a su esfuerzo. Yo no entiendo de modas y diseños, debo aclararlo --hay periodistas que son auténticos expertos en dirimir si una costura es apropiada o no y yo no estoy entre ellos, no me gustan los pases de modelos, no me divierten las “tendencias” y no me interesan las “propuestas”--, pero sí puedo valorar determinadas significaciones temporales: en función de ello, considero a Pertegaz uno de los grandes motores de lo que después ha sido la industria española de la moda, por lo visto tan rentable. Por ello se me antoja muy apropiada la nominación. Ignoro si en esas cuestiones se ha dejado aconsejar o si ha surgido de la voluntad de la propia Letizia (sí, ya lo sé, es Doña Letizia, tranquilos, que ya me irá saliendo, un poco de paciencia), pero no se arrepentirá. El traje que resulte de su trabajo va a ser un secreto de Estado primero y un objetivo de todas las miradas después, pudiendo pasarle lo mismo que al que lució Lady Di el día de su boda, que tardó media hora en estar fusilado en las tiendas. Puede que algunas muchachas quieran casarse con el mismo traje que la futura Reina de España, como ocurrió en el Reino Unido: algo me dice que lo harán con un traje hermoso pero en el que pesará más la discreción que la extravagancia, ya que en estos casos siempre es más aconsejable quedarse corto, prudente, que enloquecer con el lápiz y la aguja. “Tengo que ser yo”, parece que se dijo nuestro hombre cuando supo del enlace: va a ser él. Es justo. Por él, como digo, y por mi tía Marina, que desgraciadamente, ya no estará a su vera para darle el último toque mágico que ella le daba a las cosas.


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