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6 de octubre de 2013

La prótesis del Rey


No es la prótesis la que ha pedido un rey nuevo. Es el Rey el que necesita una prótesis. Vástago corto, al parecer. Es el Rey el que precisa un matrimonio entre cabeza de fémur y acetábulo, ese acomodo pélvico que permite la articulación ideal para el sistema locomotor. Es el Rey quien precisa una lubricación que su cartílago natural le niega. La artrosis pasa su factura. Un hombre de setenta y cinco años, particularmente trabajados, sufre el desgaste de las articulaciones, el roce de huesos sin almohadilla. Nada más allá de lo previsible. Un mecánico ilustrado y brillante al uso, gallego, le ha limpiado la herida, le ha acoplado la pelota metálica y le ha dejado al pie de la recuperación, que habrá de venir después de unas semanas de espera y de otra intervención parecida en la que todo acabe siendo definitivo. Desde el análisis meramente clínico y quirúrgico no hay nada nuevo bajo el sol: cientos de pacientes se someten a tratamientos quirúrgicos semejantes y la inmensa mayoría de ellos cursan con resultados satisfactorios. Personas de esa edad recuperan movilidad y calidad de vida, vuelven a los andurriales de la existencia y persiguen a los nietos por los pasillos de los días.

Pero es el Rey de España. Ningún jefe de Estado, a excepción de Reagan cuando un pirado le metió un tiro por el sobaco, ha despertado tanta expectación en una intervención quirúrgica. Si al presidente de la República Federal de Alemania le hubiesen cambiado parte del chasis, nadie le hubiera prestado ni la mitad de la mitad de interés. Aquí, en cambio, se han dado muestras de afectuosa preocupación por la salud del 'jefe' y sí se han dado, sorprendentemente, extemporáneas manifestaciones de estupidez colectiva; lo cual, por otra parte, da una idea de la trascendencia del personaje.

Ya pasado el tiempo prudencial en el que los calores de la tontería pierden parte de su efecto impactante, bueno será recordar a los tontos profesionales que han dejado salir lo mejor de sí mismos en forma de exabrupto declarativo. Con el Rey en su laberinto, en su cuarto de recuperación, en su despacho de consultas, en sus paralelas y sus andadores, bueno será acordarse de aquellos que destaparon debates estériles y absurdos acerca de su intervención y su tratamiento. Los mismos que quisieron echar del hospital público a Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en Madrid, tras su aparatoso accidente de moto, son los que han censurado a la Casa del Rey por trasladarle a un hospital privado para intervenirle en una situación de carácter emergente. El comando vergonzoso y sindical de 'batas blancas' que escenificó un acoso en el centro hospitalario en el que Cifuentes luchaba entre la vida y la muerte inspira la invectiva política que ha experimentado el Rey por operarse en un centro privado. Conocidos mediocres de la política, desde el agraz Cayo Lara hasta la estadista Elena Valenciano -y la flamante nueva presidenta de la Junta de Andalucía-, han intervenido en la libertad personal para elegir facultativo y hospital que ha ejercido el Monarca -o mejor, sus médicos- asegurando que ello significaba «un desprecio» por la sanidad pública excelente, por cierto que se desarrolla en los centros hospitalarios españoles. No cabe mayor demagogia barata. Si el Rey hubiese sido atendido en cualquiera de los centros públicos a los que hacen referencia, no habrían pasado dos minutos antes de que se criticase el disturbio que su presencia pudiera haber creado en el natural atasco de los servicios hospitalarios de centros como los citados. U otros argumentos que la nerviosa agitación republicanoide hubiera tenido a bien encontrar. La operación del Rey -en dos tomas- ha sido un éxito y solo queda que desearle una recuperación acorde a sus posibilidades. No va a correr la final de los cien metros lisos, pero no es eso lo que se le pide. No se reina con la cadera, pero es indudable que se sirve mejor al país con las facultades físicas en el mejor estado posible.

Pasado el fervorín con el que algunos han interpretado la intervención quirúrgica del titular de la Corona, es de esperar que se le permita recuperarse con cierta tranquilidad. La prótesis cumple su cometido. Y el Rey también. Y los tontos, que vuelvan a sus menesteres si es posible.

 

 


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