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Carlos Herrera  

 

COPE

Escribe "¿Qué dices teacher?" sobre sus experiencias lingüísticas

En Carolina del sur se habla un inglés un poco cerrado. Lo advierte Charlie Geer a sus alumnos de Andalucía, que esperan que su profesor tenga el acento de Cambridge, donde “botella de agua” por ejemplo, se dice “Botel of wota”. Charlie Geer, claro, lo dice de otra manera. Charlie aparte de tener un inglés sureño, lleva un sombrero cordobés, gafas con la bandera norteamericana, y tiene un castellano ameriluz, un aprendizaje que ha conseguido tras vivir 12 años en España, que dan para más de una anécdota. Sobre todo, si tu base de operaciones es Jerez.

En 2007 vio la oportunidad de dar clases de conversación en los institutos españoles. El era escritor, fan del Quijote siempre en busca de aventuras. Acababa de ver la película “Y tu mamá también” con las eses de Maribel Verdú. Llegó a Andalucía y se acabó eso de escuchar eses. “No he oído una “ese” en muchos años”

A partir de aquí dice que le empezaron a ocurrir "muchos berenjenales, pollos montados, pero en España me han hecho sentir como en casa". Vivió 3 años en Puente Genil, "me encantan los pueblos que tienen sus centros vivos", 3 años en Los Palacios, y después Jerez.

Está casado con Concha, y dice que "es un milagro que estemos casados". Lo dice porque en los primeros mensajes, se despedía con las palabras "xoxo" que aunque en Carolina del sus signifique "besos y abrazos", Concha lo entendió de otra manera. Aunque ella se despedía con "bs", que para Geer significa "bull shit" o lo que es lo mismo "vete a la mierda".

Su expresión gastronómica favorita es “pelar la pava”, pero dice que nos pasamos para referirnos a cosas con expresiones de comida. Le ha cogido cariño al castellano, aunque reconoce que le cuesta aceptar los anglicismos: "son intrusos, me suenan como pedos verbales".

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Charlie Geer es un americano que vino a España, con todo el entusiasmo del mundo, para enseñar inglés. Pero nada más llegar se dio cuenta de que el español era mucho más difícil de lo que imaginaba. Sus años de estudio de nuestro idioma no lo salvaron de todo tipo de malentendidos: por ejemplo, decía alegremente que había trabajado como «pecador», en lugar de «pescador»; y no podía entender por qué los españoles hablaban tanto de «ostras» y «la leche» en contextos que no tenían nada que ver ni con el marisco ni con los lácteos. ¿Y por qué los chavales se llamaban «tío» entre ellos? ¿Acaso eran todos sobrinos los unos de los otros?

Pero el colmo fue cuando una alumna suya le comentó que antes de la clase había estado «ancabuela", es decir, en la casa de su abuela. «¡Vaya chollo!», pensó Charlie. ¡Seis palabras en una! Y entonces empezó a preguntarse: ¿cómo se comunican en la vida real los españoles? ¿Cómo consiguen entenderse entre ellos? ¿Qué tiene de especial el castellano? ¿Y en qué se diferencian los españoles de los estadounidenses?