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Carlos Herrera  

 

COPE 

En el fondo del asunto subyace la problemática ante la que se debate el gigante Boeing, en horas bajas tras los accidentes

Si a la admirable y esforzada gente del campo de esta España, se le cuestionara sobre la relación que une a sus fincas agrícolas y ganaderas con Airbus y Boeing, indudablemente, hasta hace un par de días, pondría cara de estupefacción. Sin embargo, y más o menos de sopetón, hoy seguro que sí saben que las ayudas de los Estados europeos hacia Airbus, de no remediarse, les castigarán a partir del próximo 18 de octubre.

Para Trump, cualquier excusa es buena para levantar muros proteccionistas y perjudicar el comercio internacional, justo cuando las previsiones emitidas por la Organización Mundial del Comercio para este año 2019 son pesimistas.

En unos momentos en los que todo parece muy complicado y excesivamente enturbiado, solo nos faltaba que, más o menos de repente, a Donald Trump le diera por arrear aranceles contra la cabizbaja Europa, torpedeando directamente a nuestro campo.

Tiempo atrás, uno ya pensaba que tarde o temprano, el actual presidente norteamericano arremetería contra Europa, tras su inquina contra los productos chinos. Primero fue el sector de la automoción y ahora, sin miramientos, contra todo aquello que se ponga a tiro de aranceles.

El sector agroalimentario español ha escrito durante los últimos años unas páginas no solo memorables sino edificantes. Es un ejemplo de cómo se tiene que evolucionar en períodos críticos. Las adversidades de la crisis de 2008 fueron mermando su mercado interior, donde además la lucha por los precios fue encarnizada. En muchas empresas agroalimentarias, en esos años, se han juntado la experiencia de toda la vida con el empuje juvenil y dos o incluso tres generaciones, se han entregado con denuedo para batallar por sus productos.

La atonía del mercado español constituyó, para la savia nueva, para los cachorros de sus abuelos y padres, con adecuada formación y carácter empresarial, una magnífica oportunidad para abrirse al mundo. Si bien Europa constituye el principal destino de nuestras exportaciones, incluidas las agroalimentarias, otros mercados más lejanos, como Estados Unidos se van abriendo con perspectivas favorables. El pasado año nuestras exportaciones totales a Estados Unidos ascendieron a 12.800 millones de euros, con 405 millones de aceites de oliva y 180 de aceitunas, 300 de vino, 296 de cerámica, entre otros.

Sin embargo, los malditos muros arancelarios de Trump, después de China, se ceban con Europa. Alemania, Francia y España, también Italia, junto a Reino Unido, serán probablemente los países más perjudicados por los aranceles que el 18 de octubre impondrá Estados Unidos, con el vino, el queso fresco, las naranjas, las aceitunas, el aceite de oliva y los productos porcinos – el jamón – como los más afectados. ¡Otro obstáculo más en tiempos revueltos!

En el fondo del asunto subyace la problemática ante la que se debate el gigante Boeing, en horas bajas tras los accidentes mortales sufridos con sus nuevos modelos. Los dos grandes actores de la industria aeronáutica, Boeing y Airbus, han ido compitiendo en condiciones parecidas para liderar el mercado. Los siniestros sufridos por aviones de Boeing, empero, han ido decantando la balanza a favor de Airbus. Y como ésta es una compañía donde un grupo de Estados europeos apuestan fuerte por ella, so pretexto de las ayudas recibidas, el gobierno norteamericano decide imponer aranceles. Lo enrevesado del caso es que al final, el sector agroalimentario, sin comerlo ni beberlo, tiene que aguantar ese cachete arancelario.

En cualquier caso, los afanes proteccionistas juegan otra mala pasada a la economía mundial. Habrá que estar pendientes de cuáles son las réplicas europeas, aunque uno duda de sus efectos…