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Carlos Herrera  

 

COPE

El corresponsal de 'ABC' ha presentado en 'Herrera en COPE' el libro “Fake news: la nueva arma de destrucción masiva”

David Alandete, periodista del diario 'ABC', ha presentado este martes en 'Herrera en COPE' “Fake news: la nueva arma de destrucción masiva”. Un libro en el que analiza cómo se utilizan las noticias falsas y los hechos alternativos para desestabilizar la democracia.

Justo el día que se inicia en el Tribunal Supremo el juicio contra los dirigentes independentistas acusados por el 1-O y la DUI, Alandete ha dicho que “la maquinaria de desinformación independentista está funcionando a plena marcha con los típicos conceptos destinados a confundir: que si son presos políticos, si hay un gobierno en el exilio, el derecho a decidir o los 100 heridos del referéndum del 1-O”.

En este sentido, el periodista ha apuntado a Julian Assange, portavoz de WikiLeaks, como el “centro de todas las campañas de desinformación”. Según ha dicho, hubo una reunión después del referéndum de independencia de Cataluña entre Assange y un empresario cercano a Puigdemont.

Assange ha comparado a Rajoy con Hitler, ha dicho que en España los acontecimientos se estaban precipitando hacia una guerra civil o que el 1 de octubre se vivió la primera guerra mundial en Internet”, ha incidido Alandete. Aunque en España se sabe que eso no fue así, el periodista ha cuestionado qué ocurre cuando los mensajes llegan a la esfera internacional.

“Hace dos semanas Quim Torra va de viaje a Washington, se reúne con cinco congresistas y les dice que Assange ha denunciado la represión franquista del Estado español, que va a haber una mediación internacional. Y luego, cuando escuchas que hay figuras como la de un relator, toda esta narrativa adquiere un sentido”, ha explicado el periodista en relación a la propuesta, ya superada, del Gobierno de Sánchez para incorporar a una suerte de mediador a la mesa de partidos independentistas.

Alandete también ha apuntado a Venezuela. Según ha dicho, hay una “red pagada por Maduro” que“el 1 de octubre y los días posteriores” tuvo“una gran actividad de mensajes de desinformación independentista desde cuentas venezolanas”. El periodista ha incidido, además, en que en 2010 Chávez abrió una cuenta en Twitter destinada a la “guerrilla comunicacional” que después sería seguida por Monedero, entonces asesor del presidente, en la génesis de Podemos.

El periodista ha afirmado que Maduro paga a “decenas de miles” de venezolanos por twitear mensajes “contra EE.UU, Guaidó, occidente o a favor de Putin o Maduro”.

Alandete también ha hablado del efecto de las fake news en la victoria de Trump en las pasadas elecciones presidenciales. Según ha explicado, todavía se está investigando el caso, aunque la Fiscalía “ha presentado cargos contra 33 personas”, la mayoría de origen ruso, y contra el abogado y jefe de campaña del líder republicano.

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«Una Cataluña independiente reconocerá que Crimea es rusa». Esa fue la primera noticia falsa sobre Cataluña procedente de la gran maquinaria de injerencias del Kremlin. Se trata de un ejemplo inmejorable de desinformación: la fuente que había dicho la frase no era oficial y sólo expresaba una opinión, pero los medios estatales rusos y sus aliados lo convirtieron en un titular contundente, con unas implicaciones enormes en la vida política del continente europeo y de sus aliados. Y, sobre todo, en un discurso alineado con lo que le interesa a Moscú: más independentismo en Europa y una mayor legitimación de la anexión de territorios por parte de Rusia.

Éste ha sido un patrón habitual en los últimos años, en los que millones de lectores han visto noticias falsas como que, durante el procés, la OTAN estuvo a punto de bombardear Madrid, las calles de Barcelona estaban ocupadas por tanques o que en Europa no tardarían en aparecer medio centenar de países nuevos. Sin embargo, las noticias falsas no tienen por qué ser una mentira absoluta. Suelen tener alguna vinculación real con lo que está pasando, pero que resulta, por lo general, una deformación grotesca y siempre favorable al sensacionalismo y al populismo.

Una deformación que se aprovecha especialmente del cambio radical que, desde la irrupción de plataformas digitales como Facebook, Twitter y Google, han sufrido los canales que transmiten la información. Y lo cierto es que, aunque en un orden distinto, estas empresas también son responsables del problema y deben rendir cuentas por sus actuaciones.