noticia
 
 
Carlos Herrera  

Enrique Criado es un diplomático en la República Democrática del Congo, Australia y ahora Bulgaria 

COPE

Si llega usted a Bulgaria, y va haciendo preguntas de sí y no... se dará cuenta, quizá en la tercera respuesta, de que contestan al contrario. Dicen que sí agitando enérgicamente la cabeza a izquierda y derecha y niegan moviendo el mentón arriba y abajo.

Puede que eso les confunda. Es uno de los choques que vivió el diplomático Enrique Criado en este país, confluencia de los imperios otomano, ruso y austrohúngaro. Sobre sus experiencias, anécdotas y sensaciones vividas en Bulgaria desde el 2015, ha escrito “El paraguas balcánico”. Un viaje por un país que incluso se santigua al revés.

El idioma es muy difícil, dice Criado. “Hay una influencia turca y se parece al ruso”. Además los búlgaros se enorgullecen con el gesto del si y el no. “Paseas por calles, escuchas música como la nuestra e inicialmente no choca, pero cuando llegas a una fase ya empiezas a notar las diferencias”. Además, Criado añade: “ellos son europeos pero entienden los códigos orientales”. Y además entre la mezcolanza, tienen una relación de amor-odio allá donde residen.

La expresión “yugo otomano” se escucha mucho. “Hay todavía un nacionalismo en Bulgaria muy potente, incluso ignorando elementos como un kebab o fumar shisha”. Incluso no pueden estar en contra de Rusia aunque se inclinen más por el modelo económico de Bruselas. “Hay una amistad verdadera entre pueblos aunque no haya sintonía política”.

De la Antigua Yugoslavia, observa algo de nostalgia, y de idealismo de la guerra. “Son víctimas de sus propios fantasmas”. Han sido 3 años de viajes como diplomático, en los que Enrique Criado enseña que “los búlgaros en España, curran, viven aquí, y nadie les conoce”. 

COMPRAR EL LIBROLa vivencias de un diplomático en los Balcanes.
Un relato entrañable, divertido, inspirador y real.

Esta obra se adentra en el complejo tapiz social y cultural de los Balcanes, área de confluencia de los imperios otomano, ruso y austrohúngaro; y mezcla con rigor elementos históricos, culturales, económicos, políticos y literarios con semblanzas personales y anécdotas vividas por el autor en Bulgaria, donde ha residido y trabajado desde 2015. Sofía, su capital, le ha servido también como base desde donde realizar numerosos viajes por la región balcánica -Grecia, Turquía, Rumanía, Albania y todos los que un día formaron Yugoslavia-, así como por países como Moldavia, Ucrania, Rusia, Chipre, Georgia e Israel, que ayudan como conjunto a conformar una imagen más completa de la zona.

Al igual que hiciera en su aplaudido libro Cosas que no caben en una maleta, Enrique Criado, diplomático y viajero empedernido, nos trae una historia maravillosa en la que cuenta experiencias, anécdotas y sensaciones con un discurso que vira desde el drama a la sonrisa, y desde lo más institucional a lo más entrañable, tamizando el rigor de los hechos a través de una mirada subjetiva y aguda.

Reseñas:

«Un libro apasionante, culto y entrañable que despierta las emociones».
Luis Bassat

«Un libro que contiene y despierta la pasión por el viaje».
Javier Reverte

«Este retrato lúcido, certero, vibrante, parte de Bulgaria y nos pasea por los Balcanes y más allá. Convierte imágenes y sonidos en palabras que nos hacen comprender el ayer y hoy de un escenario complejo tan geoestratégico como mal entendido».
Rosa María Calaf

«Está muy bien que haya diplomáticos sensibles y perspicaces que se tomen la molestia de escribir. Es la fecunda tradición que representa un Ganivet, que en otros países está muy viva y que aquí no ha florecido tanto como sería deseable».
Lorenzo Silva

«Enrique Criado tiene dos virtudes que nacen de falsos defectos: hacer periodismo sin ser periodista y ser poco diplomático siendo diplomático. Su libro sobre Bulgaria es un entretenido relato que despierta ganas de ir a un país al que normalmente nadie te dice que vayas».
Íñigo Domínguez, El País

«Hay quien viaja para escribir. Hay quien escribe para viajar. Hay quien vive para viajar y escribir. Creo que Enrique Criado se sentiría cómodo en el tercer vagón, no en vano el trasiego de las fronteras es una de sus devociones existenciales, y El paraguas balcánico lo escenifica con más precisión y pasión que sus anteriores incursiones en el relato de su experiencia viajera, no en vano cose las asendereadas fronteras balcánicas con el hilo de su tinta. "Frente al prestigio social y académico de cínicos y cenizos" Enrique Criado practica el arte de escuchar y ver, a partir de Sofía, la capital búlgara, tan vivida por el autor, con una prosa que anima a ver por uno mismo, y siempre está en guardia contra la deshumanización del otro. Un libro para viajar sin moverse de casa, pero que invita a seguir los pasos del viajero».
Alfonso Armada