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Carlos Herrera  

 

COPE

Diego Martínez continúa con su sección dedicada a los grandes psicópatas de la historia negra de España.

Hoy hablamos de Pilar Prades, la última mujer ejecutada en España, condenada al garrote vil por asesinar a una esposa que quería sustituir e intentarlo con otras dos. Fue una envenenadora que marcó un hito en la historia de España, en un tiempo en el que se puso casi de moda matar lentamente a base de venenos.

Tenía 12 años cuando salió del pueblo de Begis de Castellón para marcharse a Valencia con la idea de buscar una nueva y mejor vida. Tuvo una infancia muy difícil para una chica de su edad. Acarreaba cubos de agua y sacos de estiércol. No fue a la escuela, con lo cual al llegar a Valencia se coloca en el servicio domestico.

Con 26 años entró a trabajar en casa del matrimonio formado por Enrique Villanova y Adela Pascual. Tenían una chacinería. Pasó a ayudarles en el negocio dado que la señora sufría cólicos hepáticos y debía guardar cama. De pronto su estado empeoró: digería mal los alimentos, vomitaba, sufría pérdida de peso y debilidad en las extremidades. Cuidaba a la enferma y le servia infusiones. En mayo de 1955 falleció Adela Pascual, el medico no acertó a encontrar la causa.

Después entró a trabajar en casa de la familia Alpere-Greus. No había transcurrido mucho tiempo en su nuevo empleo cuando a la señora le empezaron a salir unas manchas extrañas, sobre todo en los brazos. Aunque el médico diagnosticó alergia, Pilar decidió poner tierra por medio. Uno de los síntomas de envenenamiento por arsénico es la pigmentación negruzca de la piel en zonas descubiertas.

Pronto encontró otra casa donde servir. Una amiga que había hecho en El Farol, Aurelia Sanz, la recomendó para que trabajara en el hogar de Manuel Berenguer Terraza, médico militar, y Carmen Cid Dumas, en el que ella estaba de cocinera. Un día surgió un problema entre Pilar y Aurelia Sanz en la sala de baile. Un joven que le gustaba a Pilar sacó a bailar a la otra. Disimuló su enfado y al poco su compañera caía enferma. Al igual que en el caso de Adela, la atendió dándole infusiones. Los síntomas fueron parecidos. Tuvo que ser ingresada en el hospital a causa de una parálisis generalizada en brazos y piernas. Internada en un centro médico le salvaron la vida, pero quedó imposibilitada con atrofia de manos y pies.

Mes y medio después era la esposa, Carmen Cid Dumas la que empezaba a mostrar señales de corte similar. Vómitos, diarreas, hinchazón y dolores en las extremidades. El marido consultó con un compañero suyo, catedrático de Medicina Legal, y decidieron realizar la prueba del Propatiol. Un inyectable que permite descubrir la presencia de un tóxico sin necesidad de realizar análisis alguno. El resultado fue definitivo: arsénico.

Tras este último caso, la policía procedió al registro de la habitación en la casa en que se hospedaba la sospechosa. Los agentes descubrieron entre la ropa de su ajuar, que guardaba en un baúl, una botellita de Diluvió. Un matahormigas compuesto de arsénico y melaza; sustancia ésta que le confería un sabor dulzón. En el envase figuraba una calavera con dos tibias cruzadas y, debajo, la palabra veneno. No había lugar a equivocación.

Durante día y medio, Pilar fue sometida a un duro interrogatorio. Lo negaba absolutamente todo. Al final confesó y dejo claro que mató a la chacinera para sustituirla en el negocio, a su amiga Adela Pascual porque estaba enamorada del mismo hombre que le gustaba a ella y a la esposa del militar para ocupar su lugar.

Fue considerada culpable de tres asesinatos, uno consumado y dos en grado de frustración. Pena de muerte por el primero y 40 años en total por los otros dos. Tras que el Tribunal Supremo confirmara la sentencia, como último recurso se solicitó el indulto al jefe del Estado. Fue ejecutada el 19 de mayo de 1959 a prima hora de la mañana. La ejecución alcanzó tintes esperpénticos.