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Carlos Herrera  

 

COPE

Motivos para odiar la música de los 80

El critico musical Víctor Lenore, acaba de publicar un libro que es posible que moleste a algunos. Primero por el título: “Espectros de la Movida. Por qué odiar los años 80”. Y segundo por sus razones para pensar que algunas producciones culturales, han envejecido mal: “hizo pasar de moda la música de toda la vida”. O por su dificultad para creer que la música de los 80 fuese realmente contemporánea a su tiempo: “fue la llegada de la sociedad de consumo, pero en los 70 las condiciones eran más favorables para decir que tu país era moderno”. Habla de la promoción que le hizo el PSOE: “estaba implicado hasta las cejas y en un momento de absoluta censura”.

Es un libro analítico, que repasa una época, y que se pregunta si la música es para las clases altas, las populares o para los estantes de un supermercado. “La música sirvió para quitarle la atención a los cambios sociales, y convirtieron la calle en una fiesta donde no se reivindicaba nada”. Víctor tiene devoción por otra década: “En los 70 hubo mucha mejor música” .

Creo que los géneros surgen del sentir, y otros son trasplantados, y La Movida fue una oleada cultural que nos llegó tarde y mal”. Pero tiene su esperanza puesta en artistas como Rosalía, admira el reggaeton que asegura “ser el rock and roll español”. Y sigue siendo devoto de la copla de Isabel Pantoja. Todo lo demás, son espectros.

COMPRAR EL LIBROEn los años ochenta, la mayoría de los españoles aspiraban a ser modernos. El vértigo de las mutaciones sociales –del catolicismo a la posmodernidad– no dejaban tiempo para preguntarse qué tipo de modernidad necesitábamos. De manera creciente, fue cuajando un paradigma cultural narcisista que hoy sigue vivo y que es compartido por la izquierda y la derecha. Definidos como «una explosión de libertad», fueron también tiempos de censura, competición extrema y amnesia política.

Tres décadas después, se pueden valorar mejor las películas de Almodóvar, los tabúes de una revolución sexual con veinte años de retraso y la carga política de palabras como «creatividad», «meritocracia» y «transgresión». Los ochenta impusieron un consumismo pop, una anglofilia con sabor a cena descongelada y una mirada condescendiente sobre cualquier cuestionamiento del mercado. En este sentido, no faltaron casos de apartheids culturales que marginaban los contenidos preferidos por las clases bajas (casi siempre más vivos que los que promocionaba el sistema).

En gran medida, las derrotas discursivas y materiales de los ochenta impiden imaginar un futuro mejor. Es hora de pasar revista a los espectros de la Movida.