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Carlos Herrera  

 

COPE

Se refiere a salir a la vida. Salir de una enfermedad que casi te lleva a la muerte. Y es que Olivia Rueda tuvo una hemorragia cerebral consecuencia de una malformación arteriovenosa en el cerebro. Con 41 años, despertó inmóvil y sin habla. Empezaba un largo proceso de rehabilitación. Un proceso que ha superado con éxito a la vista de su libro “No sabes lo que me cuesta escribir esto”. Ella afirma que “el cuerpo lucha siempre, pero hay que tener ganas para salir”.

Escrito antes de la operación y después. Juntar letras ha sido muy difícil. “No es aprender como los niños, porque yo ya tenía un cajón con cosas, pero estaba perdido”. Y además “no solo había que juntar letras y formar palabras, sino que había que hacer sintaxis”. Para que lo entendamos, Olivia sabía lo que quería decir, pero había perdido las letras que lograrían juntar la frase.

Lo más difícil fueron los niños, Martina de 7 y Leo de 2. Una medio entendía, otro no. Pero los dos querían jugar. Querían que su madre les respondiese, y ella no podía. “Con mi marido me entendía sin palabras pero lo más duro era explicarle lo que me pasaba a la gente”. Su hija hizo de portavoz en muchas ocasiones.

La primera vez que llegó a su casa con el tacataca, se dio la ducha más larga de su vida. Hoy, ha recuperado el castellano “aún tengo que aprender el catalán”. Y el tigre, como llama ella y su médico a la malformación, sigue ahí. No le tiene miedo pero sí le pide una cosa: “Tigre por favor, estate quieto”.

COMPRAR EL LIBRO«Antes de empezar a leer este libro tienes que saber una cosa: es el libro más difícil de escribir que habrás leído jamás. Porque quien lo escribe no sabe escribir. ¿Cuánto has tardado en leer esta frase? ¿Un segundo? ¿Menos? Pues yo la he tenido que reescribir diez veces. Puede que incluso más. Hace siete años tuve un ataque de epilepsia. Los médicos descubrieron que estaba provocado por una malformación en mi cerebro. Una bomba de relojería que había que desactivar. Me operaron varias veces. En la tercera operación tuve un derrame. La cosa se puso muy fea. Desperté sin poder expresarme con palabras, y tuve que aprender a hablar y a escribir de nuevo. Hablar es muy difícil. Explicar por qué no puedes hacerlo lo es todavía más.»