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Carlos Herrera  

 

carlos herrera
al otro lado de las ondas

"el nuestro es un vino selecto, no común, en el. sentido de que no hay otros como él en otras zonas"

"si el mercado quiere sustituir el agua por manzanilla, creo que podríamos atenderlo"

A este popular periodista radiofónico, del que miles de españoles disfrutan cada tarde, con esa voz profunda y cercana y ese deje andaluz que le traiciona con cada 's', lo que más le puede gustar es contemplar,desde el jardín de su casa de Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz, las marismas de Doñana, mientras disfruta de la compañía de buenos amigos y saborea una exclusiva manzanilla en rama: la suya propia.

Carlos Herrera presume de una amorosa afición por los vinos de su tierra, que nació de la observación y el deleite, y que le ha llevado a la producción de toda una gama de vinos aunados bajo el nombre de La Alacena de Carlos Herrera.

-¿Cómo se produce ese gran paso de consumidor, a productor?
-Entre consumidor y productor hay un largo camino que es el de conocedor, acompañante de los que saben y los que entienden. Y luego la participación, pequeña, en una bodega nos dio de sí como para que fuéramos puliendo un tipo de manzanilla que es la que a nosotros nos ha gustado siempre; y digo nosotros porque hablo del círculo de amigos, observadores más o menos virtuosos de los placeres del vino, en el que decidimos reivindicar la manzanilla en rama. Ésta es quizá algo más dura de lo que al mercado refinado se ha acostumbrado; pero, cuando uno se habitúa a ella, difícilmente puede olvidarla.

-¿Por qué? ¿Qué tiene de especial?
-Porque es donde realmente están los aromas, las hierbas, los salinos. Hay manzanillas muy bien comercializadas, pero que, a mi humilde entender, han sido excesivamente refinadas; incluso hasta el propio color de la manzanilla ha rebajado mucho su intensidad. El mercado, ese mercado no enterado o no avisado, ha considerado que la manzanilla en rama, la manzanilla que tiene ese color oro pálido característico, es una manzanilla remontada; y el remonte es otra cosa. Yo mantengo que la manzanilla en rama, intensa, con el color propio, tiene que brillar; es la mejor muestra de ese vino. Y en eso estamos.

-Por lo tanto, deberá ser un éxito...
-Ya sabemos que no serán masas oceánicas, posesas y enfervorecidas, las que vendrán a arrebatarnos de las manos las botas de vino porque han oído hablar de nosotros... Pero aquel que quiera manzanilla con esas características que sepa que la tiene.

-¿Qué otros tipos de vino elaboran?
-Todas las variedades se enmarcan dentro de La Alacena de Carlos Herrera, que no sólo ampara la manzanilla, sino una serie de productos como vinos del marco de Sanlúcar y Jerez, amontillados, olorosos, palo cortado, Pedro Ximenez y moscatel, y luego un vino blanco de Cádiz, ligero, afilado, gustoso, que frío es muy agradable para las comidas. No nos metemos en los procelosos mundos de algunos vinos centroeuropeos o españoles.

-¿Cuándo comenzó el proyecto?
-Con el proceso, hace un año; dentro de las soleras de la bodega, mucho más. Hemos ido buscando lo que queríamos, perfilándolo, y luego lo hemos trabajado

-¿Se dedican  únicamente a producción y elaboración, o también tienen viñedo propio?
-En nuestro caso no. Normalmente hay viñedo propio, pero también trabajas con cooperativas; tú eliges el producto que quieres y, una vez que tienes la uva, ya envejeces a tu aire y a tu manera, según tus criterios y tu proceso. Los viñedos propios no dan de sí para nadie en esta zona.

-¿Cuál es su nivel de producción actual?
-Si el mercado decide que quiere sustituir el agua por manzanilla, creo que podríamos atenderlo.

-Del mundo de las ondas al de las viñas, ¿por qué decide meterse en esta historia?
-Primero porque me gusta el vino, la cultura que envuelve el vino y y la  cultura que envuelve el marco de este vino, el marco de Sanlúcar, que es el marco viejo que ha pasado por fases muy dispares, de altibajos, pero donde se ha mantenido la línea de imagen; y luego por proximidad con la población de la que formo parte, de una forma muy intensa. Esto, más un cierto espíritu aventurero y el querer reflejar en un producto concreto lo que ha sido mi apuesta personal en temas gastronómicos, es lo que me ha lanzado; además del inconfesable afán del enriquecimiento ilícito (se ríe), el lucro incesante.

-¿Se ve como bodeguero el día de mañana?
-Para eso hay que saber mucho; eso puedo hacerlo con alguien al Iado que sepa mucho más que yo. Ahora me acompaña Enrique Pérez, mi socio en esta aventura, y Juan Barrero. Ambos son mucho más conocedores de este mercado que yo; yo soy un aficiona¬do y ellos profesionales.

-¿Es un negocio muy complicado?
-Ha sido difícil; este es un vino selecto, no uno común, en el sentido de que no hay otros como él en otras zonas. El vino de Sanlúcar sólo es contemplable en esta zona y los gustos pueden pasar por fases determinadas que hacen que, independientemente de los defectos que haya habido de producción, promoción o corporativos, esté sujeto a los vaivenes propios del acierto o desacierto empresarial.

-¿Cuál es su objetivo con esta apuesta?
-Este no es sólo un deseo filantrópico, pero algo hay de eso. El lema de la botella es "el vino que quiero que beban mis amigos", porque es un encuentro fascinante con la beldad.

Por Angel A. Vico V Cristina Rubio
OdV