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Carlos Herrera  

 

EL MUNDO

"La Conferencia Episcopal trabaja con menos urgencias que otras empresas. Aquí el tiempo tiene otra dimensión"

"La inversión publicitaria en la radio ha sido permanente, incluso en lo peor de la crisis. Algo tendrá el medio"

"Éstos [Podemos] a los que les entra erisipela por ver un crucifijo en un lugar público son unos histéricos de tomo y lomo"

"Prisa se ha negado siempre a una medición distinta al EGM"

Cuarenta años devoto de la radio. Hijo pródigo de la Cope, regresó en 2015 y la emisora de los obispos ascendió -segunda detrás de la Ser-. Comulga con el Betis, la Semana Santa, los toros y la copla. Cada mañana 1.989.000 fieles escuchan su palabra, aunque él no tiene fe en los números del medidor

En un estudio en penumbra, los fósforos iluminan el último tramo de un programa de radio con nombre de autor. Carlos Herrera cierra el micrófono, se hace un selfie con el equipo de Madrid -al que ve ocasionalmente- y acompaña a EL MUNDO a la azotea para posar en otra foto más. Sobre los dominios de la Cope cumple con buena onda, a pesar de tener prisa -"un momento que me suben la chaqueta"-.

De vuelta, se sienta para hablar del pasado, del presente y del futuro de la profesión.

P.- ¿Sigue siendo el periodismo el 'cuarto poder'? ¿Lo ha sido alguna vez? ¿Lo volverá a ser?

R.- [Medita] ¿Y cuáles son los tres primeros poderes?

P.- En teoría, el ejecutivo, el legislativo y el judicial, ¿no?

R.- Creo que el periodismo es más un contrapoder que tiene la posibilidad de estropearle el desayuno al poder. Lo cual es muy sano si se realiza desde la honestidad, pero si lo que se busca es la caza mayor y la muestra de trofeos en el despacho del editor, entonces se esconde una pretensión más difícil de justificar. Una sociedad no será libre sin un periodismo libre.

P.- ¿Actualmente, qué es más probable: que un periodista provoque con su trabajo que un político dimita o que un político consiga que se despida a un periodista?

R.- Es más probable lo primero. Porque los periodistas que tienen suficiente influencia como para hacer que un político pillado con el carrito del helado dimita suelen ser piezas bien valoradas por las empresas que los tienen. Además, si alguien presiona para que releven a un periodista, eso tendrá un precio; se acaba sabiendo y no sé si es buen negocio.

P.- ¿En su caso, ha ocurrido?

R.- No tengo ninguna duda. A lo largo de mi carrera, mi cabeza la habrán pedido varias veces, varios responsables políticos y no políticos; y de varios colores. Pero he tenido la suerte de tener siempre jefes que han sabido aguantar el tirón.

P.- Las presiones políticas y de otros sectores a los medios siempre han existido, pero, ¿cree que la prensa es más vulnerable ahora?

R.- Lo vulnerable de la situación actual es que se trabaja en precario. No hablo por mí, pero hablo por muchos de los que trabajan en ésta o en cualquier otra empresa. Las facultades de Ciencias de la Información sueltan a la calle todos los años miles de licenciados y no hay miles de puestos de trabajo. Periódicos, radios, televisiones o digitales hay los que hay. Y sobre todo necesitan a los que necesitan. Muchos que no tienen cabida en el mercado y esa inflación hace que se trabaje en precario.

P.- Usted es muy escéptico con el EGM. ¿Su desconfianza es porque no marca datos fiables para nadie o porque cree que beneficia siempre a unos en detrimento de otros?

R.- Ambas cosas. El EGM es un estudio con técnica muy anticuada, con dosis de recuerdo y que es fácilmente cocinable. Sirve para marcar tendencias. Si durante cinco oleadas vas subiendo, quiere decir que no vas mal. Si vas bajando, seguramente es que en algo te tienes que ocupar. Ahora, que un EGM diga que uno tiene 250.000 más y otro 232.000 menos, es fuego de artificio.

P.- No es el único que pone en duda los datos del EGM. ¿Por qué una medición de la que depende tanto no suscita el acuerdo de todo el sector?

R.- RNE, la Cope y Onda Cero han propuesto la creación de otro medidor, no sustitutivo, sino paralelo. Otro sistema más. Prisa se ha negado siempre. Ellos sabrán por qué. Además, han maniobrado de toda manera posible para que ninguna empresa aceptara hacerse cargo de ese nuevo sondeo.

P.- ¿Por qué se fue de Onda Cero en 2015? ¿Fue una cuestión económica o había algo más?

R.- El contrato que tengo en Cope es el mismo, coma por coma, que el de Onda Cero. Yo acababa contrato y tenía la sensación de que había cumplido una etapa. También tengo la sensación de que estoy en los últimos años del ejercicio furibundo de la radio, el que exige la competición descarnada, y quería probarme a mí mismo si era capaz de alterar los planos, crear expectación y probar un formato nuevo. Por eso me vine, no por otra cosa.

P.- Firmó por tres años con la Cope y casi ha cumplido ya dos. ¿Está negociando la renovación?

R.- No. Todavía no.

P.- ¿De qué va a depender que continúe o no?

R.- Cuando acabe el contrato estaré al borde de los 61 años. Ahora mismo, mi idea es una paulatina retirada a otras esferas menos en primer plano dentro del mundo de la radio. Ésa es mi idea, pero no siempre sale lo que uno quiere.

P.- Su fichaje por la Cope fue por cifras millonarias. Se habló de seis millones...

R.- Es que no son esas cifras. El programa entero, todo lo que vale incluido mi sueldo, el de los colaboradores, el del personal fijo, la producción, los gastos que lleva... Ni si quiera todo junto llega a esa cantidad.

P.- En cualquier caso, con las estrellas de la radio se mueven cantidades propias de futbolistas. También el cambio del equipo de Carrusel deportivo de la Ser a la Cope (Tiempo de juego) o el fichaje de José Ramón de la Morena por Onda Cero han supuesto desembolsos millonarios. ¿Da para tanto el sector de la radio?

R.- La radio vive un buen momento. La verdad es que la inversión publicitaria ha sido permanente, incluso en lo peor de la crisis. La Cope, por ejemplo, da números negros, no rojos. Onda Cero da números negros. La Ser tiene beneficios. Algo tendrá el medio cuando hace que confíen en él los anunciantes más importantes.

P.- ¿La gente que trabaja en su programa forma parte de la plantilla de Cope o es una producción propia y les paga usted?

R.- Hay una parte que produzco yo y pago yo, y hay otra parte que la pone la Cope.

P.- ¿Y su sueldo?

R.- Yo trabajo a resultados. Lo que cobro por venir a trabajar es una cifra respetable, razonable, pero no es donde está mi negocio particular. Si no genero beneficios a la casa, yo no cobro nada más que mi sueldo base. Yo gano dinero sólo si mi empresa gana mucho dinero. Y esa situación efectivamente se ha dado porque la inversión publicitaria ha crecido notablemente.

P.- ¿Cambia en algo trabajar en una emisora donde el dueño es la Conferencia Episcopal?

R.- No es lo mismo, claro. Cada empresa tiene unos intereses estratégicos a los que yo no debo dinamitar, o no debo remar en contra. Yo sé donde vengo a trabajar y es una empresa cuya línea editorial no me produce rechazo. En la Cope, además, el tiempo con el que miden los efectos empresariales tiene otra dimensión. La Conferencia Episcopal trabaja, quizá, con menos urgencias que otro tipo de empresas.

P.- ¿A usted qué le exigen?

R.- A nadie le gusta ni perder dinero, ni perder influencia. Con lo cual lo que se pide precisamente es trabajar para que esas dos cosas se cumplan. Y en ello estoy.

P.- Hay gente a quien le parece mal que la Iglesia financie o sea dueña de medios como Cope o 13TV.

R.- ¿Por qué no van a poder tener una red de medios en los que transmitir su mensaje? Lo que la Iglesia entrega a la sociedad a través de su trabajo con los desfavorecidos ya quisiera yo que lo hicieran muchos de los que le censuran que opine, que salga, o que tenga.

P.- Algunos tampoco ven bien que los obispos manifiesten opiniones en el ámbito político.

¿Un obispo no es una persona? ¿Queremos retirarle también los derechos de opinión al clero? ¿No pueden opinar de las cosas de la vida? Si opinan se arriesgan a que se debata con su opinión y se les critique por la opinión, pero no por el hecho de opinar.

P.- Su crítica a Podemos cuando planteó que se retire la misa de TVE fue especialmente dura. ¿Por qué?

R.- Éstos a los que les entra erisipela por ver un crucifijo o un belén en un escenario público me parecen unos histéricos de tomo y lomo. Son tonterías para dar alfalfa a todo el borregueo que anda por las redes. ¿La próxima qué será: prohibir la Semana Santa o decir que debe reducirse al ámbito privado y estar dentro de un templo?

P.- El primer programa de su nueva etapa en la Cope comenzó con un saludo personal del Rey Juan Carlos. ¿Cómo lo consiguió?

R.- Se lo pedí y accedió.

P.- ¿Es amigo del Rey?

R.- No. Lo conozco y tengo trato, pero creo que el Rey en este sentido no tiene amigos [remarca la palabra]. Él conoce gente y la distingue con su afecto. Y yo me siento muy honrado por ese gesto de generosidad que tuvo conmigo.

P.- ¿Molestó a alguien esa distinción?

R.- El que se pique... Oiga que lo intenten. El que quiera tener al Rey que le llame. Yo lo hice. Aunque no creo que molestara a nadie. Mis competidores, al contrario, me felicitaron con mucho afecto.

P.- ¿No es algo comprometido como periodista deberle un favor al Rey Juan Carlos?

R.- ¿Crees que este Rey pide o necesita favores de algún tipo? Yo creo que no. En cualquier caso, si a mí me pide un favor, yo se lo haré encantado. Si lo puedo hacer, claro.

P.- Y con los políticos, ¿puede un periodista tener amistad?

R.- Puede tenerla y se tiene. Pero tiene que ser muy sólida para que algún día, si abordas una información incómoda para esa persona, no se fraccione la amistad.

P.- ¿Usted tiene amigos políticos?

R.- No tengo ningún amigo íntimo, pero sí que tengo amistades políticas [...] Pero saben que la información es lo primero.

P.- ¿Le ha tocado informar alguna vez de algo comprometido sobre alguna de esas amistades?

R.- Sí; y lo he hecho. No daré datos, pero ha habido que hacerlo [...] O con empresas. Una cosa es abrir el programa o darle determinada perspectiva que convenga más o menos a los intereses de todos. El tratamiento se puede negociar, pero la noticia hay que darla.

P.- ¿Los periodistas de su posición reciben llamadas directamente de presidentes de partidos o de consejeros delegados de empresas?

R.- Sí. A mí sí me llaman.

P.- ¿Cuándo llaman y para qué?

La gente quiere vender su libro. Cosa que yo entiendo y es legítimo. No creo que tengamos que vivir en una especie de cápsula donde no entre nada desde el exterior. Precisamente nosotros tenemos que hablar, y saber, y escuchar a todos.

P.- ¿De los presidentes del Gobierno que ha conocido cuál ha sido el más respetuoso con los medios?

R.- Con el que mejor me he llevado es con Rodríguez Zapatero. Incluso en lo personal es una buena amistad. Yo he sido muy crítico con él y es un hombre que ha demostrado un fair play extraordinario. Y aguantaba más que Moscardó, porque le hemos dicho de todo.

P.- ¿Y qué presidente del Gobierno ha ejercido más presión sobre los medios en su mandato?

R.- Presionar es llamar al presidente de un consejo de administración y decir 'a este tío o lo mandas a tomar por culo o te corto la publicidad institucional o te quito las licencias o te...'. Y debo decir que eso a mí no me ha pasado ni con Felipe González, ni con Aznar, ni con Rajoy.

P.- En cuanto a la televisión pública, ¿qué Gobierno se ha comportado de forma más correcta?

R.- Ninguno. Todos los gobiernos han tenido comisarios políticos en la televisiones, todos. Y en todas las televisiones, no pensemos solamente en TVE. Para tener la BBC necesitaríamos ser británicos y no lo somos. Aquí la tentación de utilizar la televisión como canalización de los deseos del poder es muy grande. Yo defiendo el trabajo de muchos periodistas de televisiones públicas que hacen auténticas piruetas para mantener la independencia, saber dónde trabajan y hacer productos dignos, que también se hacen.

P.- Ahora los programas de radio se ven en 'streaming', se escuchan en diferido por 'podcast'... ¿Qué le queda de radio a la radio moderna?

R.- La radio sigue siendo un tío que habla y otro que escucha, creyéndoselo o no. Lo que cambian son los mecanismos, los soportes y la tecnología. Todavía conservo la radio de lámparas de mi bisabuela que suena a familia y ahora yo escucho los programas en el teléfono móvil. Pero el sustrato es el mismo.

P.- En los años 80 y 90 España asistió a una especie de guerra de trincheras entre los medios. ¿Cómo vivió aquella polarización?

R.- Hubo grupos que debían al Gobierno de Felipe González no pocos favores, que consiguieron ampliar su posición estratégica en el reparto de medios televisivos y radiofónicos. Y estaban los que todo lo contrario. Había tiroteo yugoslavo. A mí me cogió en otras labores. No estaba en la refriega.

P.- ¿Quiénes estaban?

R.- En la oposición a González se configuró un grupo extraordinariamente crítico que desde el poder bautizaron como el sindicato del crimen. Allí había de todo, pero también había periodistas buenos. Tipos que ejercían una posición muy crítica contra aquel gobierno, que decimos de ahora, pero había que ver lo que era la corrupción entonces.

P.- Hasta hace no mucho, algunos periodistas han vivido amenazados por ETA. ¿Siente aquello como un recuerdo lejano o lo sigue teniendo presente?

R.- Es un recuerdo lejano con el que ya me atrevo a bromear incluso. Salvé mi vida dos veces y afortunadamente aquello ya pasó. Esto lo han pasado muchos periodistas, y no digamos concejales de pequeños pueblos que han estado amenazados todos los días de su vida, o los servidores del orden público y del Ejército que han perdido la vida a manojos. Yo soy de los que no olvido y, por supuesto, no perdono; no tanto por mí, que al fin y al cabo no hicieron nada más que asustarme, sino por todos aquellos que han ido dejando en la cuneta de la vida, que son muchos.