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Carlos Herrera  

 

COPE

Emilio Cortés, catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Extremadura, en 'Herrera en COPE' 

 

EL PAIS

Seis años de cárcel por 79,20 euros

 

Un joven granadino usó para pagar una tarjeta falsificada

Asegura que fue víctima de un conocido que le engañó

Seis años atrás, el 15 de enero de 2010, es la fecha que marca en negativo la pesadilla que vive Alejandro Fernández, 18 años entonces, sobre quien se cierne una condena que de no mediar indulto le obligará a pasar los próximos seis años en prisión. Y todo, por haber pagado con una tarjeta falsificada una cuenta de 79,20 euros.

Alejandro vive los últimos días de una cuenta atrás que finaliza este domingo próximo: deberá entrar en prisión y esperar allí un indulto solicitado hace un año que -por lo que le cuentan- tardará todavía seis meses en resolverse.

Tiene trabajo fijo, pareja estable y familiares a su cargo, no tiene ni fortuna ni parientes en el extranjero que pudieran inclinar a una fuga imposible para quien aquel fatídico día de 2010 acompañó "a alguien a quien yo entonces consideraba algo así como mi hermano mayor" que, a la postre, iba a marcar una pesadilla que se proyectaría para todo el tiempo transcurrido y los años sucesivos.

Camarero de profesión, abre y cierra a diario el negocio en el que está empleado, del que guarda también la llave de la caja. Su jefe, que confía en él, le acaba de hacer fijo, es el primero en apoyar el indulto.

Una amistad 'peligrosa'

Era "un hombre mucho mayor que yo, por lo menos veinte años más" que había conocido "porque era amigo de mi novia de entonces". Alejandro lo conoció con 16 años, en 2008, una relación "de camaradería", era "muy enrollado, divertido, nos invitaba en todas partes..." y la 'fecha negra' sucede dos años después.

"Me preguntó si podía acompañarlo a Málaga". Alejandro asintió. Nunca lo hiciera: se recuerda aquel día entrando en una tienda "con una tarjeta de monedero que me dio él" a nombre de Alejandro, "que yo ni había visto ni sabía que existía".Confiaba en él, al punto de no sospechar que había falsificado una tarjeta a su nombre. Le encargó comprar unas bebidas alcohólicas "y un batido de chocolate, que yo compré para mí, porque no bebo alcohol".

Pagó sin problemas con la tarjeta, volvió al coche donde le esperaba este entonces amigo y ahora desaparecido. Fueron a un Carrefour también en Málaga, "con otra persona que acababa de conocer". En el centro comercial esperaron en el coche mientras su 'amigo' entraba al servicio y, estupefactos, contemplaron cómo cuando salía "lo rodearon policías, 'seguratas' del centro...".

Sin entender nada, nerviosos, "salimos del parking y aparcamos un par de calles más allá. Volvimos al Carrefour a por mi amigo y ya allí no pasaba nada, como un día normal...". De vuelta al coche, "una patrulla de la Policía estaba parada al lado", por lo que decidieron regresar a Granada en el primer taxi que pasó.

Sin juicio rápido

Para cuando llegó a casa la Policía ya lo había identificado a través de su pareja de entonces y comunicado a su madre que debía presentarse en Comisaría el lunes a las 8 de la mañana o lo pondrían en busca y captura. Estuvo en los calabozos hasta el viernes, en que no se celebró el juicio rápido que quería la Policía porque el caso había pasado a la Audiencia Nacional.

"Estábamos allí otra persona también mayor y el que me había acompañado en Málaga". Todos fueron acusados de pertenecer a banda organizada y estafa, unos delitos que cuando llegaron a juicio se saldaron con condenas de ocho años por el primero y cuatro más por el segundo.

En libertad provisional desde entonces que ha cumplido presentándose en Comisaría los días 1 y 15 de cada mes, pretendieron llegar a un acuerdo con la Fiscalía -año y medio de condena- que fue imposible "porque uno quería ser guardia civil y no quería tener antecedentes".

Y como el 'amigo' que está en el origen de todo había desaparecido y no se presentó al juicio en la sentencia se entrevé que el tribunal estima que Alejandro y los otros dos condenados "le cargábamos a él las culpas porque no podía defenderse". La pena, finalmente, recurrida en el Supremo quedó en seis años (cuatro y dos) por pertenencia a banda organizada y estafa.

Alejandro era a sus 18 años un estudiante de FP en los Salesianos. "Toda mi vida cambió", dice ahora sin entender cómo 79,20 euros se traducen "en seis años de cárcel, por muy falsificada que estuviera la tarjeta". Ni antes ni después hay rastro delictivo de este joven del que dependen "mi padre, enfermo" y su pareja, con quien convive desde hace cinco años, "parada, porque a sus 31 años tiene dificultades para encontrar trabajo".

Angustia, sinvivir, noches de insomnio, falta de apetito... Así son los días de Alejandro y sus allegados, que se oscurecerán aun más si no media una decisión de aplazamiento de entrada en prisión o el Gobierno acelera un indulto que "todos los que me conocen" apoyan.