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Carlos Herrera  

 

COPE

Un recuerdo a la memoria de Prince.

 

 

La idea de un presidente independientes de Albert Rivera; la petición del juez al Supremo para investigar a Rita Barberá; el caso de Ausbanc y Manos Limpias.

 

Y el "tic" que le salió a Pablo Iglesias para atacar a la prensa, en el editorial de Carlos Herrera a las 8 de la mañana. 

 

 

EL PAIS 

Iglesias ataca a la prensa

El líder de Podemos debería saber que la libertad de información es un principio básico de toda democracia

Uno de los principios básicos de cualquier democracia es la defensa de la libertad de información. Ataques a la prensa como el que ayer lanzó Pablo Iglesias son propios de regímenes muy distintos a aquellos en los que se basan las sociedades avanzadas. El secretario general de Podemos aprovechó la presentación de un libro en la universidad para denigrar a los periodistas que efectúan la cobertura informativa de la formación que encabeza. Con nombres y apellidos, insultó a los redactores, a los que acusó de mentir sobre Podemos y de tergiversar las noticias que afectan a su formación para así prosperar en el ámbito periodístico y “medrar” en sus respectivos medios.

Jaleado por el público —universitarios que quizá podrían tener una valoración más crítica de semejantes bravuconadas— y arropado por parte de su guardia pretoriana, Iglesias llegó a decir que buena parte de los periodistas que siguen a Podemos “están obligados profesionalmente” a hablar mal de ellos porque “así son las reglas del juego”.

Debería saber Iglesias que la regla de juego básica de la prensa en una democracia es la veracidad, y que su labor fundamental es el control del poder para evitar abusos, corrupciones o agresiones gratuitas como la suya. Ya no es un tertuliano televisivo, sino un diputado, y a un representante público se le ha de exigir respeto hacia todos y no solo hacia sus seguidores, algunos de los cuales, por cierto, deberían dejar de comportarse como una hinchada.

Iglesias no entiende ni lo que es ni dónde está. Lo ha demostrado en algunas de sus intervenciones parlamentarias, que tienen algo de monólogo de El club de la comedia; en el desdén con el que trata a la prensa —reprochó a una periodista su abrigo de pieles como respuesta a una pregunta incómoda— y, lo que es más grave, en su modelo de medios de comunicación, basado en periódicos, radios y televisiones bajo control público. Al estilo bolivariano.