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Carlos Herrera  

POR BIEITO RUBIDO Y MONTSERRAT LLUIS FOTOS: MATÍAS NIETO Y JAIME GARCÍA

 «Es hora de defender los intereses de España. La tarea de la recuperación no está aún teterminada.ada. Voy a darda esa batalla» El candidato del PP ve «posible restañar heridas» y se muestra dispuesto «a ceder» para lograr un gran pacto a tres, e insiste en que su partido «no va a dar el voto para hacer una enmienda a la totalidad de lo que ha sido una muy buena gestión»

Está acostumbrado a que le pongan adjetivos de todo pelaje, pero Mariano Rajoy solo se adorna con uno a lo largo de una hora de entrevista con ABC en La Moncloa. «Yo tengo pocas cualidades, pero una es que no soy rencoroso». Lo confiesa el mismo día, viernes, en que Pedro Sánchez ha perdido su segunda votación de investidura, tras haber rechazado 17 veces hablar siquiera con el candidato popular y haber escuchado a cambio, de boca de este, severos reproches en la tribuna del Congreso. Quizá las cosas han llegado demasiado lejos, mientras España no se ha movido del 20-D.

—¿Y ahora, qué?

—Mantengo la misma posición que expresé el 21 de diciembre. Se trata de defender los intereses de los españoles, de los que poca gente habla en esta etapa. Y lo que quieren los españoles, fundamentalmente, es consolidar la recuperación para crear empleo y conservar y mejorar el Estado del Bienestar. Es evidente que eso solo se puede hacer con un gobierno estable y perseverando en las políticas que nos han permitido salir del pozo en el que estábamos. Y el único gobierno estable que veo es del Partido Popular con el apoyo del PSOE, porque la aritmética es así. Se puede incorporar a Ciudadanos para ser más, naturalmente.

—¿Sigue creyendo que no se equivocó cuando rechazó la propuesta del Rey de intentar la investidura?

—Yo no engañé a nadie. Ni al Rey, ni a la Cámara, ni a los españoles. Tras hablar con el señor Sánchez, tenía la total y absoluta certeza de que era imposible ser investido. Sumaba, al menos, 180 votos en contra. No hice perder el tiempo ni engañé a nadie.

—¿Piensa que ahora va a ser diferente tras el fracaso de Sánchez?

—Debo volver a intentar lo que intenté el 21 de diciembre: la defensa de los intereses de los españoles exige mantener las políticas económicas de los últimos años, aunque se puede hablar de algunas, y formar un gobierno estable. Y no hay otro que el que yo planteo: PP y PSOE. Por tanto, si el señor Sánchez quiere atender mi llamada, le diré exactamente lo mismo que ahora a ustedes.

—¿Aún es posible restañar las heridas con Pedro Sánchez?

—Creo que se pueden restañar las heridas con todo el mundo, si hay voluntad de hacerlo. No es una cuestión personal, sino de qué somos capaces de hacer para dar solución a una situación tan compleja como esta y, sobre todo, para atender a lo que quieren los españoles. Eso es lo que pretendo a estas alturas de mi vida, es mi objetivo.
«Me dolió mucho»

—¿Pero cómo se consigue?

—Cediendo, evidentemente. Hay cosas que uno no puede hacer porque no tiene los votos suficientes. En la unidad de España, en la soberanía nacional, yo no puedo ceder. Pero hay otras cuestiones en las que sí tendríamos que hacerlo. Eso es la política. El pacto, el acuerdo. Nadie está en condiciones de aplicar la totalidad de su programa y sus convicciones. Ni con votos, ni sin ellos; fíjese lo que le digo.

—Tras las dos sesiones de investidura de esta semana, sin embargo, parecen estar más alejados que nunca. Incluso de Albert Rivera.

—Yo tengo pocas cualidades, pero una es que no soy rencoroso, se lo recomiendo a todo el mundo porque hace que uno sea más feliz y pueda seguir teniendo amigos a lo largo de su historia. He tenido problemas con Pedro Sánchez, pero en particular me dolió su acusación en televisión. Me dolió mucho, pero todas las cosas son superables en la vida. Y yo, con el señor Rivera, jamás he tenido ningún problema. Rivera quiere votar a Sánchez, y yo no quiero hacerlo, pero eso no creo que sea un problema personal de ninguna manera. Respeto que Rivera diga que el presidente tiene que ser Sánchez, y respeto que él crea que eso es lo que quieren sus electores. Yo solo pido respeto a mi gente, que no nos ha elegido para darle el voto a un señor que quiere demoler los cuatro años de Gobierno del PP; la primera fuerza. Hay que tener un poquito de respeto a los demás. Yo a la gente se lo tengo, y mucho.

—Durante los últimos días, ¿ha recibido presiones de círculos económicos o de influencia pública para que permitiera formar gobierno a Sánchez con el apoyo de Ciudadanos?

—Por sorprendente que a algunos les pueda parecer, no he recibido ninguna presión. Además, si recibiera alguna, lo contaría.

—¿A España le conviene más una gran coalición o nuevas elecciones?

—A mí me gustaría un gobierno como el que acaba de plantear. Sánchez lo ha impedido en un primer momento, por eso no fui a la investidura. Él se ha presentado y no ha salido. No puede bloquear más la situación. Si lo hace, nos iremos a las elecciones del 26 de junio. Insisto, creo que no es lo mejor pero, si hay elecciones en verano, nosotros explicaremos a los españoles que España no se ha recuperado todavía totalmente de la crisis, que se puede crear empleo si hacemos las cosas con sensatez y que el PP y yo estamos dispuestos a dar la batalla como en los últimos cuatro años.

—¿Qué opinan en Europa de esta situación?

—En general, los socios europeos tienen un modelo de gobierno que es el que les gustaría para España. En Alemania, gobiernan Partido Popular y Partido Socialdemócrata. Igual que en Austria, pero el presidente allí es socialdemócrata. En una mayoría de países. Y luego está la Unión Europea. El presidente de la Comisión es Juncker, del Partido Popular, pero el presidente del Parlamento Europeo es Martin Schulz, socialista. Igual que el ministro de Exteriores… Esas son las condiciones. El gran cambio político en España no es que el PP no gobierne, que por cierto es el que ha ganado. El gran cambio sería que fuéramos capaces de hacer un acuerdo entre los tres grandes partidos, cosa que no se ha hecho desde 1977. Eso sí que sería un cambio. El cambio del cambio.

—Si el PSOE hubiera sido la fuerza más votada el 20-D, ¿el PP le habría ayudado a formar Gobierno?

—Estaríamos sin duda en otra situación: por ejemplo, la que hay en Austria. El problema es que el escenario no es ese.

—Cree que con otro candidato socialista le sería más fácil entenderse?

—No. Mi intelocutor es el señor Sánchez y, en las próximas fechas, intentaré hablar con él. No lo he hecho con ningún otro socialista a lo largo de todos estos meses, y no lo haré. Solo hablaré con el señor Sánchez, porque me gusta respetar las reglas del juego.

—¿Pero por qué se lo pone tan difícil?

—Lo desconozco, nosotros estamos abiertos. Pero todo el mundo sabe que, cuando vi a Sanchez por primera vez tras las elecciones, me dijo que nada quería saber ni de mí ni de mi partido. Después, cuando fue propuesto candidato a la investidura, envió un programa a gran número de fuerzas pero excluyó a Bildu, al PP y a ERC. Por tanto, lo que pasa habría que preguntárselo a él. En España no estamos para practicar cordones sanitarios, ni nuevas versiones del Pacto del Tinell, con nadie. Y mucho menos, desde luego, con una fuerza política a la que han apoyado más de siete millones de ciudadanos, que también son españoles y tienen derecho a ser respetados.

Contundencia pero justicia

—¿La corrupción es el gran obstáculo para ese gran acuerdo?

—En absoluto. Esa es la coartada que ha planteado Pedro Sánchez, siendo conocedor, como lo es, de lo que pasa en su partido. Yo no voy a entrar en ese viejo juego de «y tú, más», pero tampoco le voy a aceptar al señor Sánchez el «yo, menos». Desgraciadamente, este es uno de los peores temas que hemos sufrido en España en los últimos años: nosotros hemos tomado medidas importantes desde el punto de vista legislativo, hemos dejado actuar con absoluta independencia a todos los que tienen que sancionar estas conductas y haré todo lo que esté en mis manos, y un poco más, para evitar que se vuelvan a producir en el futuro, o dejarlas reducidas al mínimo.

—¿Cómo lograr credibilidad en esto?

—Le voy a decir que no es lo mismo combatir la corrupción que intentar aprovecharse de ello. La corrupción no es propia de un partido político, o de una profesión, está en la naturaleza humana. Por tanto, no hay partidos más o menos corruptos. Quien gobierna normalmente tiene más personas que no han hecho lo que debían. Quien no ha gobernado tiene menos posibilidades. Estoy dispuesto a escuchar todo lo que quieran señalar, y a aprobarlo con los votos del PP, para ser más eficaces y útiles en la lucha contra la corrupción. Le puedo asegurar que es el tema que más me preocupa últimamente, junto con la unidad de España. Y el bienestar de los españoles.

—Hay quien le reprocha falta de contundencia frente a compañeros de partido como Rita Barberá.

—En la lucha contra la corrupción, hay que ser contundente contra los corruptos, pero también ser prudente, tener buen juicio y ser justos con los que no son corruptos. Hay mucha gente en mi partido que ha estado imputada y luego no ha pasado nada. Por ejemplo, el presidente de Murcia (Pedro Antonio Sánchez) ha tenido catorce querellas, y no ha sido condenado a nada. Con el actual ministro de Industria, José Manuel Soria, sucedió lo mismo. También me pedían con insistencia su dimisión y ahora sabemos que esa dimisión hubiera sido muy injusta. No es fácil dirimir unos comportamientos de otros. En la vida hay que ser contundente con el que se lo merece, y justo con todos.

—¿El PP ha alcanzado su techo electoral?

—Creo que no tenemos ningún techo electoral. Hemos recibido 7,2 millones de votos gobernando en la peor de las situaciones posibles. En Irlanda, que como España ha superado la crisis y ha tenido cifras de crecimiento incluso mejores, el primer ministro ha ganado con un 25%. Cuando se gestiona en contextos complicados, tiene un coste. Pero mayor lo habría tenido no tomar ninguna decisión: habríamos obtenido un resultado electoral peor y no habríamos sacado a España del pozo en el que estaba. Al final, lo único serio en la vida es ser serio. O, al menos, intentarlo.

—¿Qué hará el 26 de junio si el resultado de las urnas vuelve a arrojar una aritmética imposible?

—Mantener, como es natural, la misma posición. Tengo que defender aquello en lo que creo. Estos cuatro años han sido muy duros y los datos indican que se puede poner en riesgo la recuperación. Por ejemplo, la evolución del índice de confianza del consumidor llegó a estar a principios de 2012 en 37 puntos sobre un total de 200. En diciembre alcanzó su máximo histórico y ahora llevamos dos meses de descensos, y es por lo que estamos viviendo en España. La gente quiere que el político esté en el crecimiento económico, en el empleo, en el Estado de Bienestar. Y pide un gobierno estable, que genere confianza, con un programa pactado en el que todo el mundo tendrá que renunciar. Es lo que defiendo hoy, y lo que defenderé siempre con esta composición parlamentaria.

—ABC publicó hace unos días que altos cargos de su partido y del Gobierno le recomiendan intentar ir de la mano con Ciudadanos a esas nuevas hipotéticas elecciones. ¿A usted le agrada la idea? ¿La ve posible?

—Eso no es así con absoluta franqueza. Recuerde cómo calificó eso el señor Rivera (entre broma y chiste). En este momento, eso no es posible. Sinceramente, no tiene sentido.

—Usted no oculta que a nivel personal no se lleva mal con Pablo Iglesias… ¿No le inquieta que pueda acabar de vicepresidente?

—Yo no quiero que el señor Iglesias sea vicepresidente del Gobierno, y le voy a decir una cosa: si mi actitud con Pablo Iglesias la tuvieran el señor Sánchez y el señor Rivera, ni Podemos ni el señor Iglesias serían nunca vicepresidentes del Gobierno. Yo soy poco sospechoso. Sánchez está todo el día pidiendo a Podemos su voto y su apoyo. Y el señor Rivera no se lo reprocha. De hecho, Rivera también pidió la abstención de Podemos.

—¿Cómo afectaría a España un gobierno PSOE-Podemos?

—Tengan la absoluta certeza de que ese gobierno mandaría un mensaje de desconfianza, muy difícil de superar. Eso no le conviene a España. Sería letal para la recuperación económica de nuestro país.

—¿Se plantearía dar un paso atrás si continúa el bloqueo tras el 26-J?

—Hay alguna gente que afirma eso, incluso algún líder de algún partido, probablemente porque creen que yo soy el obstáculo para hacer al señor Sánchez presidente. Eso solamente me lleva a hacer una afirmación: desconocen lo que es el Partido Popular.

Enmienda a la totalidad

—¿Qué es el Partido Popular?

—El Partido Popular no puede hacer presidente a Pedro Sánchez, no porque el PP haya ganado las elecciones, que también, sino porque el programa de gobierno del señor Sánchez consiste en la demolición de toda la obra que el PP ha llevado a cabo en los últimos cuatro años.

Es una auténtica contrarreforma, lo cual es grave, pero mucho más grave es si tenemos en cuenta que todas esas reformas se demostraron útiles para evitar la quiebra de España y el rescate.

El señor Sánchez tiene un programa electoral donde quiere derogar la reforma laboral, la reforma energética, la reforma sanitaria, la reforma de la educación, la ley de Costas, la ley de la Administración Pública, la prisión permanente revisable, la ley de Enjuiciamiento criminal, la ley orgánica del Poder Judicial... no continúo para no aburrirles… Quiere derogarlo todo.

Es evidente que el PP no va a dar el voto para hacer una enmienda a la totalidad de lo que ha sido, y lo reconoce mucha gente, una buena gestión. Y el señor Rivera está empeñado en apoyar al señor Sánchez.

Está en su derecho. No se lo reprocho. Pero le agradecería que él no nos dijera a nosotros lo que tenemos que hacer, por respeto a los votantes.

—Si finalmente vuelve a ser presidente, ¿qué hará distinto respecto a su primera etapa?

—Yo me he ocupado de lo importante: evitar la quiebra y el rescate, volver al crecimiento, generar empleo y mantener el Estado del Bienestar. Fíjense que, en pensiones, hemos gastado el 17% más en 2015 que en 2011, 19.000 millones de euros más. Eso es lo que no cambiaría. ¿Qué podría hacer a mayores? Tendría que ser más eficaz –no digo tener mejor intención, porque siempre la he tenido– en la lucha contra la corrupción. Tendría que haber sido más eficaz, es uno de los temas que más me preocupa de cara al futuro. Sobre todo durante los años 2012 y 2013, tendría que haber estado más en contacto con muchas más personas. No he podido hacerlo. He tenido otras prioridades, pero escuchar siempre es bueno; hablar, intercambiar opiniones y criterios... Pero, sinceramente, creo que hemos dado la batalla en lo importante. Tengo una satisfacción, que es mía, difícil de transmitir, de que en lo sustancial hemos hecho lo que debíamos. Y tengo la convicción de que esa política es la que hemos de mantener.

Gobierno cruel

—Hay quien le reprocha que su gobierno ha sido más bien socialdemócrata, poco liberal...

—Soy consciente de que tuve que subir los impuestos a los diez días de llegar al Gobierno. Pero en 2015 los hemos bajado dos veces, y hoy se paga menos IRPF en España que en 2011. Sé perfectamente que tuve que hacer un presupuesto duro, pero no hay en la reciente historia política española –si acaso en la Transición– un gobierno tan reformista. ¿La reforma laboral es socialdemócrata? ¿La ley de Costas es socialdemócrata? ¿La reforma energética es socialdemócrata?... Ha sido una etapa muy reformista, y todavía tenemos que seguir haciendo cosas en el futuro. De lo que más orgulloso estoy es de las reformas que hemos llevado a cabo.

—Susana Díaz calificó hace pocos días el Ejecutivo de Mariano Rajoy de «cruel».

—Eso es una frase que está en los argumentarios del PSOE, pues no solo se la he oído a la persona que ha citado, sino a otras muchas. Pero este Gobierno ha mantenido el Estado de Bienestar después de haber heredado un presupuesto con 70.000 millones de euros menos de ingresos. Con eso hemos mantenido el sistema de pensiones, que ha sido una línea roja intocable, el seguro de desempleo y los servicios fundamentales. Me hubiera gustado ver a algunos de los que ahora hablan gestionando la situación que tuvimos que afrontar nosotros. Me habría gustado verlos.

UNIDAD DE ESPAÑA

«No he recibido ninguna llamada del señor Puigdemont, nunca»

—¿Cree que su estrategia ha funcionado en Cataluña y que el independentismo está reculando sin que se note demasiado su derrota?

—La situación de Cataluña es muy difícil, pero no debimos hacerlo tan mal cuando en el programa que plantearon en las Cortes PSOE y Ciudadanos solo se decía que no había que celebrar ningún tipo de referéndum de autodeterminación. O sea, lo mismo que yo he sostenido durante los años de la presidencia del Gobierno. Mantengo esa posición. Siempre he dicho que debemos dialogar, entendernos, pero no se pueden aceptar amenazas ni chantajes, ni saltarse la legalidad. Si alguien quiere negociar, aquí estamos pero, para hacer un referéndum que liquide la soberanía nacional y para afectar a la unidad de los españoles, conmigo, que no cuenten. —¿Ha recibido ya la llamada auténtica de Puigdemont para hablar? –No he recibido ninguna llamada del señor Puigdemont, nunca. Nunca la he recibido.

—El acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos también plantea la reforma de la Constitución.

—Ahora se habla de dos reformas de la Constitución. Una que llaman «exprés» y l uego, la «agravada». Sin duda, hay cosas que se pueden reformar, pero lo que están planteando es una reforma exprés el primer mes de legislatura. Y la reforma agravada la quieren hacer en 2017. Esa requiere la aprobación del Parlamento, la disolución de las Cortes, convocatoria de elecciones, aprobación de las Cortes nuevas y, después, la celebración de un referéndum. Para mí, esa no es la prioridad de España hoy. Lo primero sigue siendo la recuperación de la economía, la mejora del bienestar y la creación de empleo, de donde surge lo demás. Estoy dispuesto a hablar de todo, pero no me parece serio que algunos lleven años hablando de que van a hacer una reforma federal y todavía nadie nos haya explicado lo que es; ni siquiera en todas las horas de debate que hemos tenido en esta investidura fallida. Cuando se gobierna, no se hace con eslóganes, sino con contenidos, pero, desgraciadamente, ahora en la política española hay mucha gente más pendiente de la frase brillante que del contenido, pero con eso no se arregla ningún problema.

Renovación poco a poco

—¿No es hora de afrontar la renovación del PP, que algunos le vienen pidiendo tanto desde dentro como desde fuera del partido?

—El PP es un partido que ha ido evolucionando y renovándose desde hace mucho tiempo. Ni María Dolores de Cospedal, ni Soraya Sáenz de Santamaría, ni Alfonso Alonso, ni Pablo Casado, ni Martínez Maillo estaban en primera línea de la política hace diez años. Algunos ni hace uno o dos años. Lo que no se puede hacer es tabla rasa de todo el gobierno, ni en las labores políticas, ni en la organización de la propia casa de uno. Yo no me quiero meter en cómo funcionan otros, pero yo creo que es bueno ir mejorando cosas, no echar a todos, avanzar poco a poco. Ir evolucionando.

—¿Tiene ya en la cabeza quién será su sustituto?

—No. No lo he pensado, francamente. Ni creo que en este momento sería oportuno que yo lo hiciera.

No estoy en ese asunto.

De verdad. Estoy en estos momentos en los temas de la investidura.

FUTURO

«Creo que quedan cosas por hacer, y tengo ganas. Voy a dar la batalla»

Nuevos estilos «Desgraciadamente, hoy se hace bastante más espectáculo que política. Y se lee poco en España»

Reconozcan o no sus éxitos, a pocos españoles se les escapa que una de las obsesiones de Mariano Rajoy es la economía. Esgrime con orgullo las tablas que acreditan el vuelco que en cuatro años su Gabinete ha dado a las maltrechas cuentas de España. Los índices de confianza, el paro, la prima de riesgo... Lo que ya sorprende un poco más, sin embargo, es escucharle hablar con los mismos criterios de austeridad y eficiencia de su economía doméstica. El presidente en funciones cuenta satisfecho el «chollo» que encontraron sus hijos este mismo mes de febrero para viajar a Nueva York «por menos de 500 euros».

Mariano Rajoy muestra las cifras de la evolución económica de España a Bieito Rubido, director de ABC, y a Montserrat Lluis, subdirectora, al final de la entrevista

Está al tanto de los temas domésticos. Mientras camina a paso ligero por las escaleras y jardines de La Moncloa, habla con naturalidad de «Viri», su esposa; de su padre, «lector de ABC»; de lo mal que lleva el frío...

Una naturalidad que, no obstante, poco tiene que ver con la que de un tiempo a esta parte recorre las Cortes.

–¿Qué pasa por la cabeza de Rajoy cuando ve en el Congreso besarse en la boca a dos candidatos, a diputados hacerse selfies o pasarse de brazo en brazo un bebé?

–Yo no juzgo a nadie, aunque nunca me verán hacer determinadas cosas. Creo en la política, llevo muchos años en ella. La política es necesaria, porque estamos hablando de gobernar, de lo que le importa a la gente. Hay quien me dice que yo no he hecho política. Porque me he tenido que ocupar de que España no fuera rescatada, pero esa es la buena política, la que persigue los intereses del ciudadano. Desgraciadamente, ahora hay bastante más espectáculo. Frases hechas, palabras que se ponen de moda. Fíjense en «el postureo», por ejemplo.

–El presidente tiró de diccionario este miércoles para definir a Sánchez como un «bluf». Y remitió a la definición del diccionario; un buen aliado, cuya consulta recomienda.

–Uno de los problemas de España es que se lee poco. Realmente, conviene conocer la historia, la literatura y la lengua de este país. Yo intento trabajarme los discursos, porque el Parlamento no es una tertulia, las intervenciones quedan registradas en el diario de sesiones y yo intento, aunque modestamente, que las mías tengan un mínimo de nivel. Hay quien lo critica, pero a mí me parece una señal de respeto a mis oponentes y a los ciudadanos.

–Y ante este panorama, ¿no ha sentido alguna vez la tentación de marcharse y dejar a esta España tan ingrata con sus problemas e ignorancias? ¿Merece la pena aguantar tanto linchamiento?

–Pues les voy a decir algo: creo que todavía quedan cosas por hacer. Y tengo ganas, con franqueza. Sí, han sido cuatro años difíciles, pero la tarea no está terminada. Voy a dar la batalla.

–¿Ha pasado muchas noches en vela? ¿La procesión va por dentro tras esa imagen de tranquilidad que muestra?

–He pasado momentos malos. Fue muy malo el año doce, por la gran amenaza de rescate. Había que resistirse como gato panza arriba, y había muchas presiones. Si se repasan las hemerotecas, alguno se puede sorprender. Fue una de las etapas más complejas y difíciles. La prima de riesgo llegó a estar en 600 puntos básicos, el bono a diez años al 7%, cuando hoy está en uno y algo. Fue demoledor, mucha gente presionaba y muy duramente, pero aguantamos y gracias a eso hoy estamos creciendo a buen ritmo y creando empleo.