Según la Generalitat, a través de un sondeo del Gabinete de Estudios Sociales y Opinión Pública (Gesop), un tercio del censo acudirá a votar en el «proceso participativo». Ateniéndonos a esta encuesta, el 9-N alternativo movilizaría a dos millones de votantes. No es para tirar cohetes, la verdad. Pero esto tiene trampa. Sin un censo fiable y exacto; sin garantías en el recuento, porque ¿quién acusará a otro partido de que hinfla las cifras si solo votarán los que están a favor de la independencia?

Los controladores serán ellos mismos, lo que significa que nadie se fía del recuento de «Juan Palomo: yo me lo guiso, yo me lo como». Si además se puede votar en los quince días siguientes al 9-N, ¿quién controlará que los votantes no repitan votación tantas cuantas veces deseen, en tantos sitios como les parezca? Apuesto a que al final de la votación, que terminará el 24 de noviembre, al más puro estilo bolivariano, dos millones de votantes se habrán convertido en 32 millones de catalanes a favor de la independencia.

Una forma estupenda de hacer una Cataluña grande...