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Carlos Herrera  

 

COPE

El diplomático venezolano Diego Arria, expresidente del Consejo de Seguridad de la ONU, habla de la guerra de Ucrania y la contribución no intencional que ha hecho Putin a Europa

Diego Arria, economista y político venezolano y expresidente del Consejo de Seguridad de la ONU presenta en‘Herrera en COPE’ su libro "Guerra y terrorismo en el corazón de Europa".

Ante lo que está pasando con Ucrania, Arria ve muchos paralelismo con esta situación y lo que sucedió en Yugoslavia hace unos años, así como lo ocurrido en 2014 con Crimeacuando las sanciones fueron muy modestas, lo que animó a Putin a poder abarcar más territorio”.

Señala el que fuera embajador que uno de los aliados de Rusia en estos momentos es “Venezuela, que se ha convertido peligrosamente en una ciudadela rusa en la que los servicios de inteligencias, antes manejados por los cubanos, hoy día están manejados por los dos”. Además, alerta del hecho del despliegue de tropas militares venezolana “a 2.000 millas de EE. UU., que debería preocupar a este país, y no parece ser el caso”.

Sin embargo, destaca Arria que en esta ocasión, la sanciones que se están imponiendo a Rusia “consiguen muchas cosas ya que el nivel de las sanciones profundiza mucho más en la parte económica y financiera porque profundiza en la parte tecnológica, también”.

El expresidente de Seguridad de la ONU asegura que “en toda crisis, en toda guerra, hay una negociación, incluso para rendirse hay una negociación” aunque considera que en este caso “este proceso se va a tomar un tiempo” y subraya el hecho de que son “114 países los que critican la acción que está llevando a cabo Rusia”.

Por último, señala Arria como la “gran contribución no intencional que ha hecho Putin con esta guerra” al “fortalecimiento de Europa”, destacándola como “la consecuencia colateral favorable de esta guerra de Ucrania”.

COMPRAR EL LIBROLa singularidad de este libro de Diego Arria, es que lo escribe en primera persona sobre acontecimientos mundiales que ponían en peligro la paz y la seguridad internacionales a partir del colapso de la Unión Soviética. No se trata, pues, de la visión de un observador distante, sino de un actor de hechos en los que participó activamente como miembro y presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, desde la invasión a Kuwait y sus secuelas y las sanciones aplicadas a Libia por sus acciones terroristas, hasta las sangrientas guerras en los Balcanes durante los años noventa y sus consecuencias que se evidencian incluso hoy.

Arria recoge sus experiencias de manera independiente, sin otra agenda que no fuera su firme compromiso con los principios y fundamentos de la Carta de las Naciones Unidas, sistemáticamente violada por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, a los que denuncia de manera documentada y muy severa.

Las conversaciones no públicas del Consejo cobran vida en este testimonio de Arria, quien en todo momento entendió que su responsabilidad en las Naciones Unidas, además de representar a su país en ese organismo, era con la comunidad internacional. En estas páginas tampoco elude censurar la actuación del secretario general de la ONU por su continua y sumisa complicidad con los intereses particulares de los miembros permanentes.

Su descripción de esas connivencias pone de relieve la turbia tolerancia de los países más poderosos del planeta a la hora de actuar ante asuntos de tanta gravedad como la limpieza étnica y el genocidio, y el doble rasero que han adoptado para juzgar a promotores de guerras y actos de terrorismo internacional como Sadam Hussein, Muamar Gadafi y Slobodan Milosevic.