ABC . CULTURA
Desde 1998, el periodista nunca falla a su cita anual con el Camino de Santiago
—Lleva desde 1998 haciendo el Camino de Santiago todos los veranos, sin fallar, ni siquiera con una pandemia de por medio. ¿Por qué repite siempre?
—Por una necesidad de caminar, descansar y reflexionar. Y de pisar lo mejor de la España que conozco. Y de disfrutar de las vacaciones.
—Lo hace, además, solo. ¿Por qué?
—El resto del año estamos a todas horas rodeados de gente. En el Camino, desde que te levantas hasta que llegas al destino, estás más o menos solo. Cuando paras, conoces gente nueva, hablas, charlas, disfrutas.
—¿Ha notado mucho el efecto del coronavirus?
—Claro, hay menos gente. Yo estaba haciendo el camino portugués, y cuando empecé se abrió Portugal al día siguiente. En el camino estaba más solo. Aunque es la primera vez que hacía el camino portugués por la costa y no sé si es lo normal.
—¿En el Camino está el silencio que la radio le quita?
—Pongo mi radio de bolsillo las primeras horas, para enterarme de qué ha pasado en el mundo. Tengo una lista de reproducción para el Camino. Me gusta escuchar mi música con mucha tranquilidad. Y desconectarla y escuchar el silencio del campo.
—¿Y cómo es esa lista?
—Es una lista de canciones casi todas en español que forman parte de mi historia, que arranca en los setenta y llega hasta nuestros días.
—¿Su Camino es espiritual?
—Hay un componente espiritual, obviamente. Me gusta entrar en los templos, verlos, serenarme, orar. Me gusta la visita a los lugares que son emblema del Camino, el románico especialmente, el pasaje del camino desde La Rioja o Navarra hasta el final de Tierra de Campos.
—Este año ha terminado en Finisterre.
—Casi todos los años que llego a Santiago procuro irme a Finisterre. Me gustan mucho las playas de Finisterre, inauditas en España, largas, blancas, frías, coronadas con algunos restaurantes que forman parte de mi vida. Ir allí me da una suerte de colofón que me hace muy feliz.
—Dicen que el hambre es la mejor salsa.
—No le quepa la menor duda. Después de 6 o 7 horas caminando, cuando llego a la meta me aseo, suelto las cosas y me dispongo a conocer el mejor sitio para comer del lugar. Este año he descubierto tres o cuatro nuevos que me han colmado de satisfacción.