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Carlos Herrera  

 

ONDA CERO

El profesor Teodoro González Ballesteros nos cuenta cómo se desarrolló el juicio a los participantes en el 23-F, que fue"un trámite formal que no podía durar mucho tiempo", querían que pasara a la historia cuanto antes.

 

 ABC

Treinta años del 23-F 

Transcurridos treinta años del 23-F y conocida sólo la verdad judicial, a la vista de lo conocido, solo quedan dudas, elucubraciones y, probablemente, muchas falsedades. Y demasiado silencio, cuando no reinterpretación de conductas. Si no hubieran estado presentes las cámaras de televisión retransmitiendo en directo las imágenes de los hechos, dudaríamos de su certeza. De ahí que el lamentable episodio haya sido pasto de la imaginación literaria. Docenas de libros y miles de artículos, todos interesados aunque su interés se justifique por la búsqueda de una cierta verdad, han inundado la realidad de lo sucedido. De los hechos, no de sus consecuencias, hoy solo tenemos imágenes y mucha literatura que los interpretan.

Tres décadas después ignoramos cuantas intentonas había, en su caso, preparadas que por el camino acabaron en una; o si todo fue un cúmulo de accidentales circunstancias fruto de una intoxicación de añoranza sobrevenida. Los inductores, autores, cooperadores y colaboradores necesarios, que de todo hubo, han guardado el silencio conveniente para no ser juzgados, ni por los tribunales ni por la historia. Los participantes obligados, excepción hecha de Suárez y Gutiérrez Mellado, han relatado después, en los lugares y ocasiones oportunas, su valeroso comportamiento durante el asalto. Y todos, los unos, los otros y los demás allá, han creado con el tiempo versiones justificativas de sus intrépidas actuaciones. Con el velo del olvido y la personal supervivencia se ha escrito la historia de quienes no aparecieron en las imágenes televisivas.

Pero el 23F existió, lo vimos. Los disparos de Tejero en el hemiciclo fueron reales, tanto como «sus» guardias civiles armados dando órdenes a los diputados. Los tanques en Valencia, la entrada en el Congreso de militares de la Brunete o la llegada de un capitán de Navío están en la memoria colectiva, y en algunas hemerotecas. Todo ello, concertado o no, sucedió. Lo que se ignora, porque ningún participante, presente o ausente, ha tenido la dignidad de asumirlo y contarlo, es quienes fueron los que planearon y concibieron el asalto al Estado de Derecho; la trama de personal civil que esperaba resultados; y la lista de nombres que habrían de formar el gobierno que se anunciaba.

Hoy, «el día después», con tantos días de por medio, los participantes que no aparecen en las fotos han tenido tiempo de autojustificarse, incluso de convertir en heroicos sus comportamientos. Tan solo nos salvo el comportamiento del Rey Juan Carlos I de Borbón, que añadió a su legalidad constitucional la legitimidad y el respeto de la ciudadanía.

TEODORO GONZÁLEZ BALLESTEROS ES CATEDRÁTICO DE DERECHO CONSTITUCIONAL