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Carlos Herrera  

 

COPE

Con los cuerpos inertes y en el cobertizo de la casa. Esa fue la imagen que mostró el joven de 15 años a su tía cuando se acercó a la casa de la familia tras el crimen

Nacho Abad da nuevos detalles del Crimen de Elche, sigue generando quebraderos de cabeza incomprensibles por lo macabro del mismo. Santiago, de apenas quince años, acabó con la vida de sus dos padres y de su hermano, con una actitud mucho más propia de una psicopatía que, sin embargo, no habría sido detectada hasta ahora. El pasado martes, en la finca de la familia y a causa de sus malas notas, la familia castigó al joven de quince años sin internet y sin video juegos.

Con las mismas, el muchacho cogió una escopeta y arremetió con sendos disparos a su madre que permanecía en el sofá de la casa. Mientras se desangraba, el menor de la familia, su hermano pequeño de 10 años, asustado trató de huir. Con la mayor de las velocidades posibles, el pequeño se dispuso a escapar por la puerta de la casa, pero la mente enferma de Santiago y su afán de matar, lo pudieron localizar. Un impacto de bala, y su hermano cayó inerte al piso.

Pasaron los minutos, las horas y la actitud de Santiago fue apática, aún quedaba un objetivo. Su padre estaba al llegar, venía de trabajar. En el momento que cruzó la puerta del hogar, Santiago preparó su rifle, dispuso su cañón y lo abatió. Tres disparos y una pregunta de incredulidad, dolor, y pesar de su padre: "¿qué haces hijo?, ¿estoy sangrando?".

El triple crimen se había consumado. Santiago cogió los cuerpos y los almacenó en el cobertizo de la casa, a escasos treinta metros del hogar de la familia. El muchacho adolescente volvió a la casa, se hizo la cena como si nada hubiera pasado, dejó los platos y subió a su habitación a jugar con sus videojuegos. Un relato macabro e inexplicable, que mantiene a Elche todavía en vilo. Una semana después de un parricidio de dimensiones inimaginables.

Excusas, normalidad y una fotografía

Cuando completó la masacre, la actitud del muchacho fue sospechosamente normal, respondiendo a un perfil de persona psicópata. Alguien que es capaz de dejar la escopeta donde estaba, bajar a la cocina, prepararse la cena y seguir completamente con normalidad el transcurso de su vida, no tiene nada que ver con lo que marcaría una realidad meramente normal.

Con el paso de las horas, el chico se dedicaba a seguir jugando con su consola, esa que su madre le había prohibido usar a causa de su castigo. Poco importaba ya, por el hecho de que había acabado con ese mal que le impedía jugar gustosamente con el mando de la 'maquinita'.

Santiago se apoderó de los teléfonos móviles de sus padres. Alegó, cada vez que recibían un mensaje de WhatsApp, que toda la familia estaba confinada a causa del covid. Una falacia que funcionaba en esos mensajes, pero que se desplomaría si llegaran llamadas por teléfono. Precisamente una de las personas que más sospechaba era su tía, la hermana de la madre fallecida.

Harta de tanto misterio, se presentó tres días después en el lugar del parricidio, en la casa. Allí, rápidamente, Santiago salió para impedir que accediera al interior de la finca. Cuando su tía le amenazó con denunciar si no veía a su hermana, El chico sacó su teléfono móvil y le mostró la imagen de sus padres y su hermano muertos en el cobertizo. "Esto es lo que he hecho con ellos", le dijo a la familiar. Un final duro e incomprensible que cuando el muchacho cumpla 23 años, podrá relatar con total libertad lejos de las prisiones.