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Carlos Herrera  

 

COPE

Imagínense que su cerebro pudiera estar conectado a la Wikipedia y que sin necesidad de móvil, un ordenador recibiera en su memoria justo el dato que precisa. Imagínese lo mismo con Google Maps, ya no tendría que consultar un navegador. Eso es lo que Elon Musk está diseñando para nosotros en un futuro próximo, no se conforma sólo con el Tesla llevarnos a la luna. El es un futuro que da miedo. O sea que además del Tesla y de cohetes reutilizables, este quiere meterse en nuestras mentes.

Elon Más fundó en 2016 una empresa que se llama Neuralink que lo que persigue desde su fundación es lograr una integración total entre mente y máquina. Es decir, que de repente te implantan una red de microchips pequeñísimos que te los inyectarían con una jeringuilla en las meninges y que crearían una especie de red que permitiría conectarte con la Wikipedia. Con ese dispositivo implantado en el cerebro, tener una conexión permanente por Bluetooth con Internet. Pero permitiría también en esta especie de fantasía desbocada que está ya estudiándose desde el punto de vista empresarial y también médico, permitiría, por ejemplo, que grabar a tus recuerdos y que esos recuerdos estuvieran en una especie de disco duro externo, de tal manera que podrías implantarlos en otra mente a futuro. Es casi el salto a la inmortalidad, vamos a preservar la personalidad de cualquiera de nosotros. Esto lo están haciendo con una tecnología que ha desarrollado los implantes veinte veces más delgados que el grosor de un cabello humano. Incluso han creado un robot capaz de implantar hasta seis sondas por minuto en las meninges cerebrales con una nano aguja de tungsteno. Los primeros ensayos que están haciendo con animales están están dando unos resultados verdaderamente curiosos.

Hay un precedente español y de Ronda nada menos, que es el del profesor Jose Manuel Rodríguez Delgado. Pues este hombre que fue uno de los grandes neurólogos del siglo pasado, hizo un experimento en el verano de 1963, que salió en la portada del New York Times, que fue de lo más comentado. Este hombre lo que hizo fue colocar una especie de receptor de radio, el que daba descargas eléctricas en la cabeza de un morlaco, de un toro, lo soltó en la plaza de toros de Córdoba y el se colocó junto a los burladeros, el toro comenzó envestirle y él, con una radio y con una antenita, logró frenar en seco la embestida del toro. Lo que demostró con aquel experimento de hace tantos años ya es que podía modificar el comportamiento animal y detener incluso su agresividad o estimularla, porque también podía hacerse lo contrario.

Aquello de Rodríguez Delgado, que llegó a ser profesor de fisiología en la Universidad de Yale, terminó interesando incluso ala CIA. Entre el año 52 y el 69, publicó 134 estudios científicos sobre ese tipo de experimentos de chips aplicados a cerebros de animales. El toro fue el más vistoso, pero también lo hizo con chimpancés, con perros, en fin con otro tipo de mamíferos. Y la CIA lo tuvo contratado durante un tiempo para un proyecto que se llamó Pandora, que buscaba el control mental a distancia de seres humanos. Porque este tipo de tecnologías al final siempre se busca como implantarla para tenernos controlados. Y desde luego el caso de Rodríguez Delgado es el mejor precedente de esto que ahora Elon Musk nos está vistiendo de seda y tratando de presentar como gran futuro.

Elon Musk le ha implantado a un mono 1024 electrodos para controlar áreas como la mano o el brazo de un mono que ahora es capaz de jugar. Es lo máximo que de momento se ha presentado al público. El mono es capaz de jugar al Pong y ahora le pueden controlar a este mono a distancia para que juegue al Pong como un jugador profesional. Eso es lo que ha presentado Elon Musk como su como su gran avance.

En la medicina, hace años, que hay bio implantes que se le llama popularmente marcapasos cerebrales, porque se utilizan para tratar casos de epilepsia de Parkinson, incluso para estimular eléctricamente el cerebro en ciertos casos de ceguera, donde se puede llegar a recuperar un porcentaje de la visión.

En España, por ejemplo, en 2011 el Hospital Clinic de Barcelona ya implantó el primero de estos elementos en un cerebro humano para, con estimulación cerebral profunda, poder controlar los ataques de epilepsia.

Quien lleva trabajando también décadas en este asunto es la compañía de ordenadores y IBM, que ha desarrollado ya chips que funcionan como una red neuronal. Ha llegado incluso a crear una especie de ordenador con 48 millones de estas neuronas digitales que serían capaces de funcionar como el cerebro de un ratón pequeño. Ahora bien, la cosa es que no se sabe todavía para qué se puede aplicar un desarrollo tecnológico tan complejo como estos que tienen ahora los de IBM sobre la mesa.

No tenemos muy claro como todo esto nos afectaría en otros órdenes de la vida, Por ejemplo, estaríamos siempre localizados con gracias a estos chips implantados debajo de nuestro cráneo. ¿Cómo afectaría eso, por ejemplo, a procesos cognitivos como los sueños? ¿Sería posible desconectarse de ese de esos dispositivos? ¿Son susceptibles de ser haqueados, porque al fin y al cabo estamos hablando de una red de ordenadores y alguien desde fuera o podría llegar a controlar nuestras emociones? ¿Podría influir eso en una población implantada con estos chips, por ejemplo, la opinión para decantar unas elecciones? En fin, todo eso que parece ciencia ficción y que parece fruto de un relato distópico improbable. Sin embargo, con estos avances y estas pruebas que se están presentando, tiene sentido, tiene sentido y conviene formularse lo éticamente antes de que la tecnología nos arrolle.