ONDA CERO
El escritor y político socialista, Joaquín Leguina, denuncia en El duelo y la revancha el "revisionismo" de los "antifranquistas sobrevenidos"
El duelo y la revancha
Éste es un alegato contra el sectarismo de quienes, sin haber soportado en su mayoría los rigores del franquismo, levantan ahora una bandera a favor de sus víctimas y contra la impunidad de los crímenes cometidos por aquél. Para ellos, durante la guerra civil los buenos no pudieron controlar cabalmente la situación y evitar los desmanes en su territorio, mientras que los malos fueron responsables de un genocidio cuidadosamente planificado.
De esta forma, los antifranquistas sobrevenidos, desde un adanismo sospechoso, cometen la misma falta que denuncian: se olvidan de una parte de las víctimas que produjo la vesania desatada por la guerra.
Joaquín Leguina, en un ejercicio que él entiende como una obligación cívica, reflexiona en estas páginas acerca del dolor y la intolerancia; de la batalla -muy alejada del espíritu de la Transición- entre la parte más sectaria de la izquierda que convierte a las víctimas en arietes y una derecha incapaz de asumir de una vez la trágica realidad de las fosas.
De la prolongación de todo ello tanto en la judicatura como en la prensa. También del provecho político que se quiere obtener. Un brillante escrito sobre el duelo y la revancha que suscita la tan traída y llevada «memoria histórica».
EL CULTURAL - Alberto OJEDA | Publicado el 25/11/2010
Joaquín Leguina no daba crédito cuando figuras muy significadas de su partido (PSOE), los sindicatos mayoritarios y amplios sectores de lo que podríamos denominar, así, genéricamente, la izquierda sociológica cerraron filas en torno al juez Garzón. El magistrado de la Audiencia Nacional había iniciado lo que algunos denominaron una "Causa general" contra el franquismo, pero ese empeño quedó truncado de manera abrupta por el Tribunal Supremo, que apreció en sus decisiones indicios de prevaricación. “El adalid de la justicia universal”, como le llama Leguina, parecía haberse pasado de frenada, atribuyéndose unas competencias que no tenía.
Indignado con las ampulosas pretensiones del juez, que “pretendía judicializar la historia”, y las movilizaciones que le respaldaban, empezó a escribir El duelo y la revancha (La Esfera de los Libros), un ensayo contra “el sectarismo revisionista de la Transición democrática”. El presidente de la Comunidad de Madrid entre 1983 y 1995 denuncia que hay en estos tiempos demasiados “antifranquistas sobrevenidos”, que atizan “el revanchismo” en contra de los postulados de sus padres ideológicos. “No nos equivoquemos, en la lucha contra el franquismo estábamos muy pocos. Estos nuevos antifranquistas ahora reniegan de la reconciliación nacional que defendía el PCE ya desde los años 50”.
Le da rabia a Leguina que se ponga en tela de juicio la Transición, que desembocó en la Constitución de 1978. No cree que la izquierda fuera víctima de una situación desventajosa o de debilidad en las negociaciones políticas tras el franquismo. “Cedió todo el mundo. ¿Acaso no lo hizo la derecha que vio como los presos de ETA salían de la cárcel por la Ley de Amnistía?”.
Precisamente, esta norma, a juicio de Leguina, hace “innecesaria” la Ley de Memoria Histórica promulgada bajo el gobierno de Zapatero. “Esta ley es un camello, que es un caballo hecho por una comisión, al que le sale la joroba de un impulso revanchista”, explica Leguina. “Todas las víctimas tienen derecho a enterrar decentemente a sus muertos, pero eso ya se podía hacer antes de esta ley”.
El caso de Lorca lo cita como paradigma del “disparate”. “Su familia dijo que no quería que exhumaran sus restos y utilizaron el subterfugio de buscar a los familiares de otras víctimas que enterraron junto a él para iniciar las excavaciones. Cuando no encontraron ningún resto humano, acusaron a los familiares de que habían llegado a un acuerdo con Franco para sacarlo de allí. O sea, encima de cornudos, apaleados”.
Leguina se sorprende de que la “sociedad civil tolere estos movimientos disparatados”. “Los historiadores están hartos, lo que pasa es que muchos se callan”, señala. Él, en cambio, ni puede ni quiere guardar silencio: “Yo no me voy a callar”.
LA GACETA
“El rigor intelectual en este PSOE brilla por su ausencia”
Joaquín Leguina, político y escritor, publica ‘El duelo y la revancha’. Analiza en su obra el “antifranquismo sobrevenido” de Zapatero y su cúpula.
Javier Silgado. Madrid
Rica y compleja, la trayectoria vital del cántabro Joaquín Leguina (1941) le ha llevado del antifranquismo real en tiempos de Franco a la experiencia en organizaciones internacionales, del alto funcionariado a las convicciones socialdemócratas, de una concejalía en Madrid con Enrique Tierno Galván a ser diputado en el Congreso y a convertirse en el primer presidente de la Comunidad de Madrid de 1983 a 1995. Su independencia y su libertad intelectual no sólo se han plasmado en una voz novelística respetada, con hitos como Tu nombre envenena mis sueños (1992) o La luz crepuscular (2009), sino también en una producción ensayística ya copiosa, de su Defensa de la política (1995) al libro que presenta estos días, El duelo y la revancha: los itinerarios del franquismo sobrevenido (Espasa).
-De novelista fino a ensayista fogoso, su último libro habrá sorprendido a sus compañeros del PSOE. Aun así, afirma usted que antes o después vendrán a decirle qué razón tenía...
-Sí, ha sorprendido mucho, pero no es mi primera incursión en el ensayo. Aún es pronto para que vengan a darme la razón, pero entre estas últimas elecciones en Cataluña y las próximas elecciones generales, seguro que vienen algunos. Y después, el fenómeno será ya general.
-¿A qué atribuye usted el interés que tiene el Gobierno actual en reescribir la Transición o en insistir tanto sobre la Guerra Civil?
-Es algo que proviene de una izquierda frustrada y revanchista, que ha encontrado una clave emocional imbatible en la reapertura de las fosas de las pobres gentes. Los españoles, en un 90%, se oponen a ello, pero no lo hacen explícito precisamente por respeto al dolor.
-Esas mixtificaciones no están a la altura de un partido que se quiso intelectualmente solvente con Tierno o con Semprún...
-Bueno, es que todos ellos terminaron por ser eliminados, como lo seríamos los de la siguiente generación. Una clave importante es que los actuales líderes del PSOE, Zapatero, Blanco, Chacón, son gentes que no han hecho la Transición, que han vivido siempre en democracia, y que no saben que la democracia hay que ganarla todos los días.
-¿En qué ha traicionado Zapatero las esencias del PSOE?
-Yo no hablaría tanto de traición como de olvido. Él ha olvidado que la división entre izquierda y derecha no es moral, sino que radica en la política económica, y hablar de su política económica provoca risas en el auditorio. Ahí no hay diferencias con Rajoy. Sin embargo, algo tan de izquierdas como replantearse el IRPF sí sería socialdemócrata, y ni lo ha pensado, dejando caer demasiado peso sobre las espaldas de los asalariados.
-Su crítica al zapaterismo va más allá, tocando incluso cuestiones tan queridas para el actual Gobierno como el feminismo y el ecologismo.
-En el fondo, lo que ocurre es que ni el feminismo ni el ecologismo son lo que eran antes. Por ejemplo, el feminismo no ha de ser ni radical ni paritario, porque si no, llegamos a extremos de desigualdad ante la ley por razón de sexo, como en el caso de los maltratos, algo que no se puede explicar en modo alguno.
-Como fuere, centra usted su crítica en la reescritura de una Transición en la que “cedió todo el mundo”.
-La Transición no la pueden juzgar cuatro iletrados, sino los historiadores. El revisionismo y las banderas republicanas no pintan nada hoy. Nuestra Corona aporta estabilidad, y hay que tener en cuenta que, al fin y al cabo, la República desembocó en lo que desembocó.
-¿Qué busca ese “antifranquismo sobrevenido”?
-Busca deslegitimar la Transición, llegando incluso a destruir la reconciliación al cargarse la Ley de Amnistía para favorecer a Garzón. Y busca hacer de la derecha la heredera del franquismo. Pero no será el franquismo quien gane las próximas elecciones, sino una derecha europea. Separarse de esto es una muestra de que, en el PSOE actual, el rigor intelectual brilla por su ausencia. El PSOE no puede estar ahí, ni ofreciendo escaños a Almudena Grandes, como hizo Zapatero.