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Carlos Herrera  

 

COPE

La actualidad económica en 'Herrera en COPE' con el profesor Gay de Liébana.

Lo de subir el Impuesto sobre Sociedades, con tantas empresas fallecidas y magulladas, con otras resistiendo sin ayudas ni compensaciones, suena a juego macabro

Cuando España está tocada económicamente, y no sé si hundida, y lo prudente es promover acciones que empujen a un país muy molido por la crisis, el Gobierno sale por peteneras y habla de reforma fiscal como si acá no pasara nada y todo marchara viento en popa. Lo de subir el Impuesto sobre Sociedades, a la vista del dantesco campo de batalla empresarial, con tantas empresas fallecidas y magulladas, con otras resistiendo en defensa numantina sin ayudas ni compensaciones de ningún tipo, Don Carlos, suena a juego macabro. Es un desatino que a quienes son juiciosos y ahorran lo que pueden, compran su vivienda y algo más que el día de mañana, cuando llegue la jubilación, reporte un pico complementario a la pensión, e igual invierten dinerillo en bolsa, y todo ello mediante la renta por la que ya han tributado, les llegue el palo del Impuesto sobre el Patrimonio.

Pero si uno es pródigo, desprendido y se ajusta al lema del carpe diem, no paga Patrimonio. Y, después, cuando uno la palma, que a todos nos llega nuestra hora, y a lo largo de su vida terrenal ha reunido un patrimonio más o menos decente, tras haber pagado IRPF y Patrimonio religiosamente, como premio a la defunción irrumpe la tributación del muerto en forma de Impuesto sobre Sucesiones. En suma, Don Carlos, hay que exhibir ante Bruselas una senda de ajuste del demencial déficit público. Y la panacea consiste en hacer tributar más a los currantes, acrecentar la recaudación de impuestos gracias a los muertos y estrujar hasta la saciedad a nuestras pymes y autónomos. Con este mejunje mal vamos, porque el elixir mágico para remediar nuestro implacable y aterrador déficit no está en el lado de los ingresos, sino en el imprescindible recorte del gasto público, algo que no entra en la mentalidad de la clase política que arremete sin piedad contra el modesto ciudadano.