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Carlos Herrera  

 

COPE

La actualidad económica en 'Herrera en COPE' con el profesor Gay de Liébana.

Los patrones de referencia de los bancos centrales y de la política monetaria están inmersos en una renovada sintonía, con más empaque aún que la impuesta a raíz de la debacle financiera de 2008. La necesidad de que, ante la crisis que vivimos, la política monetaria sea lo más acomodaticia posible se ha convertido en un mantra. La prioridad, marcada desde el FMI, es la de seguir dando apoyo a la recuperación y mantener la estabilidad financiera, con distensión de las condiciones financieras en las economías avanzadas. Por ello, hay que evitar, cuando la crisis arrecia, que se endurezcan las condiciones de financiación o que los sistemas financieros se dañen. El objetivo es que los efectos positivos de la política monetaria lleguen a todos los sectores.

La Reserva Federal, la FED, Don Carlos, obra en consecuencia. Si EE. UU arrancó 2020 con un paro del 3,4%, equivalente al pleno empleo, hoy supera el 10%. Ese desempleo se produce en buena parte por trabajadores de sectores económicos que tardarán en recuperarse: turismo, transporte, hostelería, comercio… La FED prioriza ahora la creación de empleo frente a la inflación. Por consiguiente, en EE. UU seguirá la política monetaria expansiva y los bajos tipos de interés a ras de cero con la finalidad de que el mercado laboral mejore. El siempre sagrado objetivo de que la inflación no exceda del 2% queda neutralizado. La inflación, pues, pasa a un segundo plano porque el designio fundamental ahora es evitar una recesión que haga retroceder la economía estadounidense dando alas a sus principales competidores, con China a la cabeza.

Ahora bien, ¿son buenos tantos estímulos monetarios para los mercados financieros? ¿No se estará inflando más la bola de la deuda corporativa y privada, con los riesgos que ello entraña?