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Carlos Herrera  

 

COPE

Diego Martinez trata hoy sobre Stephen Griffiths, conocido como ‘el caníbal de la ballesta’. Se trata de un asesino en serie inglés. Entre 2009 y 2010 asesinó brutalmente a tres mujeres en Bradford. Era considerado una persona muy solitaria al que le gustaba pasearse con un largo abrigo de cuero negro y gafas oscuras de montura redonda. Pasaba muchas horas en compañía de las prostitutas del barrio, con las que parecía tener muy buena relación.

Era el mes de mayo de 2010 cuando un hombre encontró una mochila flotando en el río Aire. La escena que encontró fue dantesca: dentro se hallaba un cuerpo de mujer desmembrado y sanguinolento. Poco después, los investigadores hallaron más restos humanos en el río. Pertenecían a Suzanne Blamires, una mujer de 36 años que ejercía la prostitución en las calles de Bradford.

HALLAZGO DE UN CADÁVER

Tras el hallazgo del cadáver en el río de la prostituta, las pistas condujeron a Stephen Griffiths. Además de la muerte de Blamires, también se le investigó por la muerte de otras dos mujeres que, casualmente o no, también eran prostitutas de Bradford: Susan Rushworth, desaparecida en junio de 2009, y Shelly Armitage, a finales de abril de 2010.

Al ser arrestado, Griffiths, no ofreció resistencia, más bien mostró tranquilidad. Cuando su apartamento fue registrado, los agentes encontraron una gran colección de discos, donde destacaba la banda Duran Duran; asimismo, hallaron decenas de libros sobre asesinos en serie. Cómo no iba a ser así, dijo Griffiths, si era doctor en psicología e investigador especializado en mentes criminales en la Universidad de Bradford, algo que era cierto.

RELACIÓN CON SU MADRE

Griffiths dijo que odiaba a las prostitutas, porque en ellas veía a su madre, quien lo separó de su padre, además de que en el vecindario al que llegaron después del divorcio, la mujer, de acuerdo con el sospechoso, se acostaba con cuanto hombre se le ponía enfrente, además de que salía completamente desnuda a hacer sus labores diarias al patio trasero de la casa.

El 21 de diciembre de 2010, Stephen Griffiths fue condenado a cadena perpetua. Los textos dejados en su página web hablan a las claras de lo que se cocía en su cabeza. «La humanidad no es meramente una condición biológica. Es también un estado de la mente. Sobre esa base, soy un seudo-humano en el mejor de los casos. En el peor, soy un demonio», dejó escrito en la red.