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Carlos Herrera  
El Semanal, 16 de diciembre de 2007
El asiento imposible

Ya pierdo con los modelos de tren de alta velocidad que recorren España. De Lérida a Madrid van dos tipos; desde Sevilla, otros dos, y en las líneas de medio pelo o media velocidad, otros tantos. Que si El pato, El alemán, El azul de siempre, El nuevo ‘colorao’, el Avant… Pues todos, todos, llevan asientos diseñados contra el hombre.

El primer AVE Sevilla-Madrid comete el error de no facilitar el reposo de la cabeza a excepción de los asientos de Club, que están enfrentados y no permiten estirar mínimamente las piernas. La zona donde reposa la cabeza es violentamente recta, lo que hace que apoyarla obligue a una elemental dislocación de las cervicales. Si el atlas dicen que nace luxado a la par que el ser humano, con los asientos de la alta velocidad directamente se disloca. No es necesaria su recolocación.

La mejora supuesta que han realizado en los interiores del AVE –tren que ha cambiado la relación entre Sevilla, Córdoba, Puertollano, Ciudad Real y Madrid gracias a su puntualidad, eficacia, buen servicio, profesionalidad de sus trabajadores y acertada estrategia de sus directivos– parece más un catálogo de caprichos de nuevo rico que otra cosa. Ha mejorado la clase Turista, que sí permite ladear algo la cabeza y cerrar los ojos con el parietal apoyado en una mínima orejera, pero en Preferente y Club han diseñado unos asientos duros y rectos a los que han añadido unas aletas laterales que, teóricamente, se cierran sobre las orejas. Quien las haya confeccionado le ha metido un golazo a Renfe por toda la escuadra, ya que se trata de aletas orejeras de chichinabo que no aguantan ni un globo deshinchado. Hay enchufe para el ordenador o para el terrorífico teléfono móvil con el que algunos martirizan a medio vagón, pero la comodidad brilla por su ausencia, especialmente en Club, que vale una pasta, donde uno acaba con el cuello entumecido. Muchos clientes se matan por pillar los cuatro asientos de las esquinas de los vagones de Preferente, que tienen el saliente de la cabina y permiten apoyar un abrigo o una chaqueta y dormitar con la cabeza algo blanda.

Cuánto me gustaría conocer al tío que ha creado tanto butaqueo de segunda. ¿Hay algo más incómodo que el reposacabezas de un coche, que necesitas ajustar el cuello con el jersey o la manta de turno en el caso de que reclines el asiento para descasar en ruta? Evidentemente, sí: tomen el nuevo AVE Madrid-Sevilla y ya me lo contarán. Los que, en su día, cubrirán la ruta Madrid-Barcelona son bastante mejores, pero se caracterizan por el mismo problema. Ninguno de los estrategas de la comodidad que han dibujado estos trenes modernos y piafantes han sospechado que a los viajeros les gusta dar una cabezada entre uvas y peras. No todo va a ser cafetería y conferencia de negocios a grito pelado. Está visto que querrán que vayamos leyendo y aumentando nuestro nivel cultural.

Con todo, hay gente muy hábil para dormir. Conozco tipos que se duermen hasta en el taxi que los lleva dos calles más allá. No es exageración. Uno que trabaja en mis proximidades es capaz de echar una cabezada duranteo los boletines informativos como quien no quiere la cosa. Cuando viajamos en avión, acostumbramos a decir que la mitad de las ventanillas de Iberia llevan la marca de su cara. Sin exagerar: es capaz de dormir en los estrechísimos asientos de las compañías aéreas que quieren hacer de un avión una lata de sardinas. Puede conciliar el sueño retorcido y con las patas encogidas. Un monstruo. Se duerme hasta en la ducha y no padece de narcolepsia, que se sepa. Puede que sea el único ser humano capaz de conciliar el sueño durante un trayecto completo de alta velocidad, pero aún está por ver que sea capaz de superar la prueba de la nueva sillería del AVE. El día que lo consiga, espero que Renfe lo premie con un abono anual.