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Carlos Herrera  
Diez Minutos, 5 de septiembre de 2007
Estimada Doña Letizia

Al acabarse el posparto, la lactancia, el verano y el biquini, inevitablemente hay que volver al tajo, y el tajo viene representado por la dura obligatoriedad de la agenda, esa “dictadura” de hojas en las que viene escrita su vida con meses de anticipación.

Lo que para otros significa retomar la azada, el bisturí o el teclado, para la Princesa de Asturias significa tomar el ramo de flores con una mano y con la otra acariciar cabezas de niños, escuchar discursos sobre la economía de las comarcas que visita… y vestir el negro de la solidaridad en los funerales en los que a España se le muere algo por dentro. A todo ello sumémosle el cuidado de sus hijas y el mínimo común denominador que supone una vida familiar; vida que hasta los Príncipes tienen. No es, por lo tanto, un quehacer de vagos como sugirió un senador, que seguramente sí lo sea. La Monarquía consiste en brindar estabilidad ejerciendo el trabajo del entretejido cultural, social e histórico de una nación. No sé si los tiempos que vienen son los mejores o no para la institución, pero la presencia de los Príncipes en la sociedad y con la gente es fundamental para el buen destino de todos.

No desfallezca en la tarea que voluntariamente aceptó hace unos años al decir “sí, quiero” en La Almudena. Como siempre, le deseo lo mejor. Con mi afecto.