Permite que, por esta vez, te apee del tratamiento que te corresponde. Ya tendré tiempo para hablarte en tercera persona. Te escribo porque acabo de verte en barco y en familia, tocada con la cinta blanca que te despeja la frente y deja tus rizos rubios a buen recaudo, y he caído en la cuenta de que eres, lo que se dice, una auténtica princesa. Viéndote juguetona y despreocupada, no puedo por menos instarte a que aproveches estos años de terciopelo y mantecados antes de que entres en ese tiempo en el que tendrás que disimular los arañazos del trabajo delicado. Trabajo tuyo será impulsar y mantener la Corona equilibradamente en tu cabeza, tarea enrevesada en sí misma.
Es un país rarito pero apasionante: así que habrá más de un día en que desearás haber sido una noruega anónima, pero el dedo del destino te ha tocado a ti. Entre tanto disfruta de tus días de asombro y espontaneidad y observa de cerca lo que hace la señora que lleva una cinta como la tuya, tu abuela y antecesora.
Sigue así de bellísima –estás comestible–.
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