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Carlos Herrera  
Diez Minutos, 8 de agosto de 2007
Querida Leonor

Permite que, por esta vez, te apee del tratamiento que te corresponde. Ya tendré tiempo para hablarte en tercera persona. Te escribo porque acabo de verte en barco y en familia, tocada con la cinta blanca que te despeja la frente y deja tus rizos rubios a buen recaudo, y he caído en la cuenta de que eres, lo que se dice, una auténtica princesa. Viéndote juguetona y despreocupada, no puedo por menos instarte a que aproveches estos años de terciopelo y mantecados antes de que entres en ese tiempo en el que tendrás que disimular los arañazos del trabajo delicado. Trabajo tuyo será  impulsar y mantener la Corona equilibradamente en tu cabeza, tarea enrevesada en sí misma.

Es un país rarito pero apasionante: así que habrá más de un día en que desearás haber sido una noruega anónima, pero el dedo del destino te ha tocado a ti. Entre tanto disfruta de tus días de asombro y espontaneidad y observa de cerca lo que hace la señora que lleva una cinta como la tuya, tu abuela y antecesora.

Sigue así de bellísima –estás comestible–.