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Carlos Herrera  
ABC, 29 de marzo de 2019
Palabras de Iceta

No tengan ustedes duda de que esconden voluntades inconfesables

Inapropiadas. Creo que de esa manera ha calificado Ábalos las declaraciones del inevitablemente sorprendente Miquel Iceta: ya saben, esas del 65% necesario para negociar algún tipo de independencia en Cataluña y también lo de los 15 años de moratoria. Inapropiadas lo son, estoy de acuerdo, pero no porque sean perjudiciales para el interés general, sino porque son perjudiciales para los intereses del PSOE. No por otra cosa, no se engañen. A eso se refería el subconsciente de Ábalos. Al partido que ha sustentado su presidencia en los golpistas catalanes y que ha escenificado un repentino sentido de la dignidad herida cuando no le han apoyado los presupuestos, no le convienen según que alegrías discursivas de Iceta. Ahora no toca porque no estamos en tiempo de «desinflamación». Pero ¡ojo!: Iceta casi nunca habla por hablar. No es un deslenguado irresponsable ni un infeliz propagandista. Iceta es particularmente inteligente y resulta difícil que sea víctima de un calentón o de un patinazo de difícil interpretación.

A Pedro Sánchez le complica algo esta campaña de baja expresión que ha diseñado, el hecho de que su hombre en Cataluña especule con plazos y porcentajes. El mismo que se tragó lo que se hubiera de tragar para mantenerse en La Moncloa no quiere ahora que se hable de lo que podría pasar en el escenario catalán a la vuelta de las elecciones: ahora solo quiere un perfil bajo de anuncios de manguera social de cada viernes. Y poco más. Pero no debemos olvidar que Iceta fue quien habló de indultos por primera vez, dando a entender que la Justicia podría decir lo que considerara oportuno pero, en el caso de emitir serias condenas, el poder político debería enmendarle la plana y liberar el escenario carcelario a la búsqueda de otro de consensos que tal y tal. Solo se le dijo, y seguramente estaba pactado, que no era momento de hablar de ello, cuando cualquier malpensado podía pensar que era un simple reparto de papeles. Lo cierto, es que, después de decirlo él, otros introdujeron en el debate la necesidad de establecer algún tipo de corrector político cara a establecer un futuro político «estable» en la comunidad.

Con la famosa figura del «relator» ocurrió algo parecido: Iceta volvió a ser el primero que señaló la posibilidad de un intermediario, tal y como había exigido Torra, para la famosa mesa de partidos en la que decidir el futuro de Cataluña. Muchos se echaron las manos a la cabeza y el Gobierno hubo de corregir nominalmente la iniciativa: nadie tragó el anzuelo y el esperpento de un negociador intermedio entre españoles para hablar del futuro se convirtió a un mero secretario testigo de reuniones. El Gobierno había introducido lo que le exigía el independentismo y lo había hecho Iceta. Otra cosa es que finalmente no sirviera, los golpistas optaran por no apoyar los presupuestos y los socialistas vieran en ello una oportunidad de oro para desmarcarse, hacerse los dignos y convocar elecciones una vez hubieron montado su discurso.

Y ahora ha llegado la moratoria y el porcentaje, la liebre soltada mediante la entrevista a un medio vasco (también este extremo tiene significación). Iceta ha querido corregirse posteriormente a base de mensajes en Twitter: no soy independentista, no creo en referéndums unilaterales, son todos los españoles los que deben votar, mi plan es el federalismo y así. Pero, una vez más, el bicho corre suelto, aunque la velocidad de crucero que ha adquirido haya asustado a los diseñadores de campaña sanchista y muchos de ellos piensen que a Iceta se le ha ido la mano con la sal.

Algún día, volveremos sobre estas palabras, que ya estarán dichas. Lo inapropiado es que hayan sonado demasiado estridentes en plena campaña, de ahí las matizaciones. Pero no tengan ustedes ninguna duda de que esconden voluntades inconfesables.