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Carlos Herrera  
El Semanal, 17 de febrero de 2019
Rosalía y el cuento de la apropiación cultural

¿Quiénes pueden decir ‘illo’ sin que caigan en apropiación? ¿Los de Almería podemos o no?

Los pelmas de la ‘apropiación cultural’ atacan de nuevo. De lo poco interesante que brindó la gala de los Premios Goya, llena de saludos a tíos y cuñados, amigos, compañeros y gente diversa (además de petición de boicot al Estado de Israel y una llamada al orden ¡para que no participe en Eurovisión!), fue la actuación de Rosalía, esa suerte de exhalación que a medida que pasan los días va conquistando más parcelas y mayores unanimidades en torno a su categoría artística. Puede que se haya puesto de moda decir que Rosalía es lo más del mundo y que haya algo de cool en querer ser de los que también han visto grandeza inmediata en esta joven catalana, pero lo cierto, más allá de pretensiones de unos cuantos, es que esta zagala es una artista muy consistente, rompedora de esquemas, valiente e imaginativa. Es cierto que algunos productos artísticos engañan en sus primeros compases y prometen más de lo que tienen, pero ella no lleva dos días y ha cautivado ya a mucha gente muchas veces, atreviéndose de manera prudente con esferas artísticas en las que adentrarse exige conocimiento y capacidad de aguantar improperios.

El flamenco, por ejemplo, es uno de ellos. Rosalía es una paya, joven y catalana atraída por el flamenco habiendo nacido en ambientes no necesariamente ligados a esa cultura. No obstante, tuvo el valor de presentarse en la Bienal de Flamenco de Sevilla, donde, a diferencia de otro mamarracho, fue recibida con respeto ya que ella también lo mostró –además de humildad– interpretando algunos palos. Demostró que podría manejar bien algunos cantes y que era decidida, pero que al flamenco no se había acercado para cantar seguiriyas el día de mañana: lo suyo es, evidentemente, otra cosa. Ciertamente hay mucho flamencólico –término acuñado por el maestro Félix Grande– que no le consentiría acercarse a su tesoro privativo: ¡si es a una figuraza como Miguel Poveda y aún le niegan algunos el carné plenipotenciario! A ella esas cosas le deben resbalar por una sencilla razón: tiene carbón en su interior como para mantener brasas toda la vida.

La versión que hizo de una belleza de canción de los hermanos Salazar, Me quedo contigo, fue un sensacional regalo para todos. Digamos que le otorgó un aire góspel que la hizo inolvidable de inmediato. A los hermanos Salazar, Los Chunguitos, les asombró y les pareció magnífica ya que siempre es un honor que un artista de renombre versione una de tus piezas como una suerte de homenaje. Pero todo no podía quedarse ahí.

Los mismos que le reprochan que tenga el valor de pronunciar la expresión ‘illo’ siendo de Tarrasa o por ahí la acusan de apropiación cultural por cantar una canción compuesta por gitanos sin ella serlo. Y lo dicen en serio. Es decir, son gente organizada en grupos culturales o así, en asociaciones con nombre y registro. Y sueltan una gilipollez tan grande y se quedan tan panchos. Venden, además, indignación, como si Rosalía ignorara la suerte de un pueblo reprimido –son palabras textuales, ojo– y les robara los himnos de su sufrimiento. Por cantar una canción que sus propios autores han aplaudido. La ridiculez lleva a situaciones paradójicas y paradigmáticas tan grandes que sería interminable establecer paralelos. ¿Quiénes pueden decir ‘illo’ sin que caigan en apropiación? ¿Los de Almería podemos o no? ¿Solo los censados en Andalucía occidental? ¿Los gitanos catalanes pueden o no? ¿Puede un no gitano cantar algún villancico gitano sin que se irriten los de la asociación de marras? ¡Apropiación cultural! Como si las expresiones artísticas pertenecieran en exclusiva a determinados compartimentos estancos y artistas grandiosos –o no– estuvieran autorizados a cantar solo lo de su terruño, lo de su edad y lo de su ámbito cultural.

No sé de dónde han salido estos ridículos dictadores de pacotilla y tampoco me interesa demasiado. Solo puedo escribir algo concreto: espero, Rosalía, que no les hagas ni puñetero caso. Tú canta lo que te dé la gana, desarrolla tu carrera, que está siendo sólida y de gran proyección, experimenta con lo que te apetezca y disfruta descubriendo cosas. A ver si va a resultar que por un puñado de tontos vamos a perdernos momentos magníficos como el del otro día en Sevilla. No pierdas ni un solo minuto, como acabo de hacer yo, en escuchar o leer bobadas de aprendiz de racista