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Carlos Herrera  
Diario Sevilla, 25 de marzo de 2007
Érase una vez...

...un grupo de colegios británicos que decidió organizar un festival de teatro infantil. Todos los centros acordaron que fuera un clásico entrañable: “Los Tres cerditos”. Pero uno de los sesenta y tres colegios reunidos, el anglicano Huddersfield Town, sugirió que la palabra “cerdito” podría ofender a la comunidad musulmana, así que los centenarios protagonistas de Jacobs se convirtieron en “cachorritos”. “Los tres cerditos” travestidos en “Los Tres cachorritos”.

No es el único cuento traducido al lenguaje políticamente correcto. Atentos a la nueva “Caperucita Roja”. Dice así: “Un día, su madre le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, sino porque ello representa un acto generoso”. Sigue la descripción del tenebroso bosque: "Caperucita poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidada por una imaginería tan obviamente freudiana”.  Ahora viene cuando el lobo le pregunta qué lleva en la cesta: “Un saludable tentempié para mi abuela, quien, sin duda alguna, es perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que es”. Y cuando el lobo advierte a Caperucita del peligro de que vaya sola, ella responde: “Encuentro esta conversación sexista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido a su tradicional condición de proscrito social”.  Ya el lobo se ha comido a la abuelita e, “inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino, se puso el camisón”. Después de la conversación con el travestido encamado, Caperucita le advierte que en la cestita le ha traído “algunas chucherías bajas en calorías y en sodio”. El lobo se dispone a devorarla. Y ahí es cuando Caperucita gritó, “no como resultado de la aparente tendencia del lobo hacia el travestismo, sino por la deliberada invasión que había realizado de su espacio personal”. No falta, claro, el leñador, “un operario de la industria maderera o técnico en combustibles vegetales” que coge un hacha para salvar a la pequeña. ¿Y qué se creen que le dice Caperucita?: “¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un hombre? Sexista. Racista”. Salta la abuela de la barriga del lobo, le roba el hacha al atónito operario maderero y le corta la cabeza.

 

Esta es la versión hilarante de la serie de “Cuentos infantiles políticamente correctos” escritos por el comediante y escritor americano James Finn Garner, donde Caperucita, la abuela y el lobo deciden vivir en una comunidad basada en el respeto mutuo. Y colorín colorado éste cuento, ni lo sueñen, que ha acabado.