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Carlos Herrera  
El Semanal, 27 de enero de 2019
Distrito Castellana Norte

En Castellana 120, los promotores han construido una maqueta espectacular que da la idea exacta de lo que estamos hablando

Probablemente sea este el proyecto de regeneración urbana más ambicioso de Europa, lo cual puede parecer una hipérbole, una exageración, pero a todas luces no lo es. Si finalmente se ponen de acuerdo todas las fuerzas políticas en Madrid, que por ahora son cuatro, el proyecto Castellana Norte, que nació en 1993, verá la luz práctica en relativamente poco tiempo, es decir, en un tiempo que no soy capaz de determinar (ni los responsables del proyecto tampoco, aunque un par de años no se los quita nadie) se comenzarán a remover tierras y a mezclar cemento. ¿Y Castellana Norte qué es?: aquella Operación Chamartín que se frustró, después de años y años de trabajo, con la llegada de los alegres chicos de Carmena y Carmena incluida al Ayuntamiento de Madrid. La capital de España puede crecer, claramente, por el norte, en la zona que media entre la estación de Chamartín y las postrimerías del monte del Pardo, unos seis kilómetros en línea recta, más o menos la distancia de Neptuno a la plaza Castilla. Para ello hay que cubrir el abanico de vías que sale hacia el norte y levantar edificios de diverso uso en los márgenes y en las zonas posindustriales y terrenos baldíos y vacíos. Cientos y cientos de hectáreas. Las vías, como digo, no sería necesario soterrarlas, lo que convertiría este proyecto en algo aún mucho más eterno, interminable y costoso: se igualaría la cota del futuro suelo al de la Castellana, que está algo más alta y simplemente habría que colocar cubiertas sólidas sobre lo que hoy son los andenes y su continuación; cubiertas que admitan el peso de los jardines (metro y medio de tierra) por los que podrá pasear el ciudadano y cuya construcción deberá seguir aquella técnica consistente en arreglar la cañería sin cerrar el grifo, es decir, circulando los trenes. La estación será reconstruida según el elegido de los proyectos que presenten los principales despachos de arquitectos del mundo y proliferarán debidamente combinadas las viviendas, los locales comerciales y los edificios de uso terciario, vulgo oficinas, de tal manera que la mezcla permita que zonas concretas no queden deshabitadas a la hora de cierre laboral.

Quiero imaginar el trabajo que habrá llevado planificar hasta el milímetro una operación semejante, adaptándola, además, a los diferentes vaivenes de las fuerzas políticas en cada momento: quienes más peros han ido poniendo, ni que decir tiene, han sido las huestes de Podemos e Izquierda Unida, que querían que ese desarrollo se produjese en el sur de Madrid y que exigían muchísimos menos metros cuadrados de vivienda, poniendo en peligro los legítimos beneficios de los socios constructores. La grandiosidad del proyecto se explica fácilmente en cifras: más de doscientos mil puestos de trabajo entre una cosa y otra y aproximadamente unos veinte años desde la primera hasta la última piedra, siendo las más cercanas a la estación de Chamartín las primeras oficinas y viviendas que se pondrán en el mercado. Este proyecto es mayor que el de King’s Cross de Londres o HafenCity en Hamburgo, y está más próximo al centro urbano que el londinense de Canary Wharf o el parisino de La Défense. El edificio más alto de España, junto con un par de rascacielos más, cambiará el skyline de Madrid, las zonas verdes proliferarán, el transporte será sostenible y el centro de la ciudad se trasladará hacia el norte. La estación será un hub de comunicaciones, tal vez el principal del país, que unirá Atocha, Chamartín y Aeropuerto.

Todo ello me recuerda las obras de la Expo en Sevilla, que los lugareños no nos creímos hasta que se derribó el muro de la calle Torneo y nos dimos cuenta de que era verdad, de que al otro lado del río se estaba trabajando e iban levantando una ciudad que, al final, fue un éxito de convocatoria. Los madrileños que crean que esto es un cuento y un sacacuartos pueden acercarse a Castellana 120, donde los promotores han construido una maqueta espectacular que da la idea exacta de lo que estamos hablando: si no lo vuelven a estropear los políticos de diversas administraciones (y más ahora, que se prevén relevos y recambios), podremos decir que Madrid ha encontrado el Norte. Sobre todo, que no lo ha perdido.