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Carlos Herrera  
La Razón, 6 de diciembre de 2003
Carlos Herrera: «Me llevo bien conmigo mismo»

Belén Quijada

Almeriense criado en Barcelona, desde pequeño quería ser locutor de radio. Hoy le escuchan más de 600.000 oyentes desde su programa, «Herrera en la Onda», que se emite todos los días de cuatro a ocho de la tarde en Onda Cero. Lleva la realidad al extremo del humor y disfruta al máximo de esta vida que considera una aventura apasionante.

Herrera está en la onda ¿ Y Carlos?

-Digamos que es el pretérito imperfecto de Herrera. Carlos va en zapatillas de cuadros y Herrera lleva zapatos de cordón. Yo siempre digo mi nombre al revés: Herrera Carlos. Porque le doy más importancia a Carlos, que es normal, adorablemente vulgar y libre de toda sospecha.

-¿Ha vivido algún milagro?

-Cuando salvé la vida al no estallar un artefacto preparado para mí. Y eso que llamamos el milagro cotidiano, que es vivir todos los días y que los cursis unen con los atardeceres.

-¿Después de tantos años de experiencia profesional, conoce el secreto para triunfar?

-Tozudez, curiosidad, perseverancia, un forraje de titanio para los nervios y no perder el control.

-¿Se ha tenido que comer muchos sapos?

-Creo que la misma ración que se come el común de los mortales.

Un buen fósforo

-El programa de Carlos Herrera es divertido. Y Carlos Herrera, ¿es divertido?

-No me estoy riendo a todas horas, ni busco que quien esté conmigo viva en una carcajada continua, pero sí pretendo que el que comunica y el que escucha tengan el mismo concepto de la sonrisa. No me gusta la carcajada, prefiero la sonrisa. Me río poco, sonrío más. Incluso a veces lo hago solo, me cuento cosas que me hacen gracia. Me llevo bien conmigo mismo.

-¿Cuál es el manual del buen fósforo?

-Deberías preguntárselo a uno de ellos. El buen fósforo sabe captar ese momento imprevisto e irrepetible de un programa de radio. Y para eso hay que estar muy pendiente.

-¿Cree que algún día existirá la radiobasura?

-Es difícil, porque en la radio no tenemos la tentación ni el suficiente poder para traer a cualquier idiota y convertirlo en un interlocutor social. En la televisión, cualquier memo, como se está comprobando, puede hacer una carrera hacia la fama basada fundamentalmente en la magnificencia. La radio no es tan rápida en resultados, es un barco que navega lento pero seguro.

-¿Haría un programa como el que hace Javier Sardá?

-No sé hacerlo. En televisión sé hacer pocas cosas. El programa de Sardá, profesionalmente, está muy bien hecho, pero a mí no me gustaría hacer algo de ese tipo.

-¿Le preocupa tener oyentes?

-Sí, entre otras cosas, porque les preocupa a mis empleadores. Me pagan para que tenga mucha audiencia y ésta redunde en la publicidad. Cuanto más felices sean mis empleadores, con más felicidad trabajaré. Y, sobre todo, para qué mentir, porque recompensa el esfuerzo diario, que en la radio es mucho.

-¿Le queda algún poquito de inocencia?

-Felizmente, sí. Con los años, la capacidad de asombro va menguando y la inocencia es un terreno conquistado, van quedando menos hectáreas, pero siempre queda una zona en barbecho.

-¿Qué es lo que más le cuesta perdonar?

-Me solivianta profundamente la injusticia.

-¿Qué le gustaría haber hecho que no ha cumplido?

-Torear. Pero yo me crié en Barcelona, donde las posibilidades de ser torero son las mismas que las de ser dominico en la Meca. Y, sobre todo, me ha faltado valor. Aunque cuando me he puesto delante de un bicho no lo he hecho mal.

-Si un día tuviera a Dios en su programa, ¿qué le preguntaría?

-Hablas con un católico lleno de dudas... Le recitaría una soleá de Manuel A