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Carlos Herrera  
ABC, 11 de enero de 2019
La cólera del socialista sentado

El curioso y antropológico mal perder de la izquierda española ha llevado a alguno de sus actuantes andaluces al ridículo

HABRÁ de ser una legislatura, la andaluza, en la que no debamos descartar sobresaltos. El propio tránsito de la firma del acuerdo hasta la investidura de Moreno no está ni estará exento de tropiezos, desafíos, retanteos, borderías y tomatazos. Ayer mismo Rivera se esforzaba por molestar a los otros dos miembros del pacto de forma absolutamente gratuita: «Sus acuerdos son papel mojado». ¿Tenía alguna necesidad de escenificar ese desprecio tanto a quien va a darle los votos que van a hacer vicepresidente a su valido como al partido con el que ha firmado un documento de 90 artículos? Evidentemente no: ello responde a la necesidad de hacerse perdonar el hecho de entrar en un gobierno que, desde las afueras, va a propiciar Vox. Se trata de escenificar, a cada poco, la idea de que no ha tenido más remedio que precipitar el cambio y dejar manifiestamente claro que todo le da mucho asco. Yo no sé por qué se ha prestado a esto pudiendo haber hecho caso al cretino de Macron, ese que se mete donde no le llaman.

También se escriben crónicas inmediatas de los choques a cuenta de una Consejería de Familia que Vox exige y que Ciudadanos niega y que forma parte del aperitivo de todas las refriegas, esas que se intercambian los dos polos del pacto como anticipo de los años que nos quedan antes de que Rivera abandone el acuerdo cuando crea que le conviene (al tiempo). Pero donde hay que poner el foco en las próximas horas y días es en la cólera socialista, en los miembros de la retirada, todos en auténtica escalada para ver quién alcanza antes la cima de la estulticia, la mentira, la demagogia y el exabrupto. Susana no va a presentar su candidatura y puedo entenderla, aunque a los suyos les gustaría que, siendo el partido más votado, lo intentara; lo cual solo sirve, si tienes enfrente una mayoría pactada, para dejar claro que has ganado y que ahí está tu cuerpo serrano. No pasa de ser la gloria de un día, pero te refuerzas ante los tuyos. El problema reside en que los tuyos tuyos se quedan desnudos y los tuyos menos tuyos van a por ti y te quieren en el ostracismo de la oposición contando las horas que faltan para que asalten tu oficina.

El curioso y antropológico mal perder de la izquierda española, contemplada en todo su arco, ha llevado a alguno de sus actuantes andaluces al ridículo de la cólera del socialista sentado... en su escaño, en su oficina de partido o en su coche oficial. Cornejo, Jiménez, Simancas, Sánchez, andaluces o no, han proferido tal cantidad de barbaridades que, por falta de espacio y de capacidad para seleccionar, soy incapaz de reproducir en este suelto. Diera la impresión de que una horda de salvajes violadores y maltratadores, primitivos individuos enemigos de Andalucía, se aprestaran a caer sobre mujeres solas en los callejones o sobre los resortes explosivos de las oficinas de la Junta. La alerta antifascista vendría a sonar como las alertas antiaéreas de las guerras: ¡tienen un plan oculto! ¡están negociando sobre la libertad de las mujeres! ¡Han acordado acabar con la autonomía andaluza!... Y todo eso lo dicen también por ti, Rivera, por más que quieras esconderte.

No obstante, ninguno de los coléricos sentados ha establecido reflexión alguna acerca de la cantidad de agua que han de acumular para atravesar el desierto, ni sobre los días que va a durar esa travesía ni sobre los que pueden sumarse a su expedición en los próximos meses. Deberían hacerlo: después de 40 años en los asientos demostrando su incapacidad para hacer saltar a Andalucía de los últimos lugares siquiera a alguno cercano pero adelantado, ya va siendo hora que saboreen la soledad de las largas ausencias de poder.