artículo
 
 
Carlos Herrera  
ABC, 4 de enero de 2019
Finura y firmeza ante un desafío

Hasta los más intensos seguidores de Vox saben que no pueden ser quienes impidan el desalojo socialista

YA verás tú como al final todo se va al garete por una pendencia acerca de las diferencias sobre una ley concreta que mantienen unos y otros, principalmente Ciudadanos y Vox. A la gente de Rivera siempre le ha dado asco saber que va a gobernar Andalucía merced a los votos de la gente de Abascal, y a los derechistas emergentes les revuelve el estómago tragarse los desprecios estratégicos que les dedican un día y otro también los llamados liberales naranjas, esos a los que, de verdad, de verdad, lo que les gustaría es gobernar con el PSOE en todas partes. Al PP le coge enmedio, y algo me dice que estaría dispuesto a cambiar lo que hiciera falta (con un poco de disimulo) ahora que están a punto de tocar el poder en Andalucía después de haber obtenido el peor resultado de su historia, sabiendo, no obstante, que serían los grandes perjudicados del enroque de Vox ya que Cs dejaría pasar el turno, esperaría unas nuevas elecciones y siempre podría pactar con Susana sin importarle ya todo lo que hubiera dicho anteriormente.

Vox, supongo, es conocedor de lo que se juega, puede presionar, forzar posiciones, buscar espacio mediático, demostrar que son decisivos, hacerse los machotes, contentar a sus seguidores más hiperventilados, lucir exhibición de principios y todo eso, pero no pueden pasar por ser los causantes de una repetición de elecciones que, a buen seguro, movilizarían al electorado socialista que está a punto de ver desaparecer sus prebendas. Allá ellos si quieren cargar con ese mochuelo, pero si hay cabezas inteligentes y con la debida proyección política en el seno de esa formación, deben saber que sus propios votantes, de poder elegir, no elegirían repetición de elecciones. Si se han de tragar algo, harían la vista gorda ante un punto de los noventa que configuran el acuerdo y permitirían el cambio. Hasta los más intensos seguidores de Vox saben que no pueden ser quienes impidan el desalojo socialista por el breve articulado de un fragmento menor del pacto. Deben saber también que los asientos de los que disponen en el Parlamento les habilitan para permitir gobiernos, pero no para condicionar pactos.

Pero tampoco debería extrañar a nadie que un partido que se presenta como gente de principios capaz de renunciar a todo con tal de no traicionar su ideario, consuma parte de su crédito renunciando a protagonizar el relevo histórico en Andalucía. Siempre podría echarle la culpa a los demás y exhibir una gallardía que, a lo mejor, es lo que les gusta a sus votantes. Vayan ustedes a saber, pero a esta hora el socialismo andaluz se está frotando las manos pensando que algo ha conseguido con la demonización de Vox, nada menos que impedir un acuerdo que haría de ellos materia del pasado mediante el consabido efecto de exacerbar el asco en Ciudadanos. A la gente de Rivera le gustaría presumir de una integridad progre que a veces le restan sus pactos con los populares y, como decía más arriba, no se sentiría especialmente perjudicado por la repetición de elecciones ya que mostraría las credenciales de no haber consentido ceder ante la llamada ultraderecha.

Y a todo esto, la casa sin barrer. Las próximas horas nos dirán hasta qué punto están dispuestos a llegar los diputados que encabeza el ex juez Francisco Serrano, muy inamovible en cuestiones como la que ha llevado a su partido a denunciar el pacto. Convendría no ponérselo muy difícil, pero tampoco renunciar a un punto del articulado que no habla más que de buenas intenciones y con un asunto de alta sensibilidad y fácil manipulación demagógica como son las disposiciones legales contra la violencia de género. Habrá que desplegar finura y cierta firmeza. Al PP le coge en el centro de la disputa, así que tendrá que hacer un esfuerzo imaginativo. Suerte.