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Carlos Herrera  
ABC, 21 de diciembre de 2018
Gasolina bebida

Con esa felicidad pareja, aunque difieran las versiones, qué importa cómo quede hoy la calle

LOS dos contentos. Cada uno tiene lo que necesita. Uno, el levantisco, la reunión que le legitima ante los suyos, y el otro, el suplicante, el voto afirmativo para desbloquear el techo de gasto, que no es nada, y el que le proporcionará el aprobado a sus presupuestos, que es lo que de verdad le importa, ya que el techo de gasto volverá al Senado y allí los malditos populares tienen mayoría absoluta. Los presupuestos aprobados por gente tan dispar como los socios de Sánchez le permitirán al Doctor Calamidad esparcir semillas como un sembrador en tiempo de regalía y siembra, lo cual garantiza ir a elecciones con la gente más contenta y con mayor disposición a votar, incluso, a un tipo como él.

Los Torristas, que no son todos los independentistas, ya están presentando como un éxito haberse juntado con un par de ministras del gobierno de España y haberlo hecho en una suerte de formato pequeño de Cumbre Internacional, tres a cada lado de la mesa, banderitas y mucha sonrisa. ¿Hablar?: de lo que interesa a ambas partes, no de lo que interesa a la Cataluña real que ahora mismo puede estar bloqueada en Barcelona así se hayan cumplido los planes de toda la excrecencia revolucionaria catalana, CDR, Arrán, CUP, y esa nueva que ha surgido y que es aún más violenta que las anteriores, de nombre algo de Acción Rápida, que es el título que la dictadura cubana le ponía a matones del Régimen a los que llevaba a acosar, en supuesta espontaneidad popular, a disidentes y opositores. El Torrismo, que es hijo tonto de Puigdemont (imaginen la escalada de degradación), vive de triunfos gestuales y, en alguna medida, verbales: Sánchez, que vive de otra cosa, le ha concedido ese triunfo a base de mendigarle una foto y el voto parlamentario. Es difícil saber quién ha sacado más del encuentro, pero los dos se acostaron satisfechos ayer, a la espera de qué barbaridad o animalada pueden hacer los hijos de Torra esta mañana. Hoy se levanta Barcelona con la resignación de quienes saben que esto es lo que hay, que no hay más remedio que ver cómo se han bloqueado las rondas Litoral y de Dalt y, por lo tanto, que media ciudad haya quedado paralizada. Las huestes revoltosas del País Petit se han bebido toda la gasolina y van dispuestos a hacerle la vida imposible a los catalanes y a celebrar la Gran Fiesta de la República, por más que autoridades de todo jaez hayan pedido prudencia cívica y esas cosas: ahora ya están todos excitados hasta una suerte de preorgasmo revolucionario y nadie les va a quitar el placer de romper la calle.

Saben, incluso, que el Código Penal prevé sancionar a quien dificulte la celebración de un Consejo de Ministros, pero saben también que ese mismo código no decide nada de impedirles retirarse en paz, con lo que será muy divertido acosarles en la Lonja del Mar y hacerles salir por la gatera, vieja tradición de muchos políticos catalanes. Todo dependerá, también, de qué mensaje dejan caer los participantes en la reunión de anoche, esa en la que no han conseguido ponerse de acuerdo acerca de su alcance, esa que unos dicen que era una reunión y encuentro normal entre administraciones y otros sostienen que era una cumbre de gobierno a gobierno. Permanezcan atentos a la pantalla estos próximos días: a no ser que el huido en Waterloo diga lo contrario, el desequilibrado Torra lucirá su pequeña medalla y, a cambio, Sánchez sacará adelante sus presupuestos. Con esa felicidad pareja, aunque difieran las versiones, qué importa cómo quede hoy la calle. Los huelguistas de hambre han dejado ya la dieta y se siente si los catalanes hoy no pueden circular: todos tenemos que sufrir en alguna medida.